¿Política exterior feminista? Sí, cómo no…

EL ARCÓN DE HIPATIA 
Por. Saraí AGUILAR ARRIOZOLA 

Para ser embajador no importa si eres acosador. Aunque realmente no se está descubriendo el hilo negro, sino ratificando que para el gobierno de la 4T el tener señalamientos por acoso o violencia de género no es importante.

Eso se había constatado en el proceso electoral de 2021 con la designación como candidato al gobierno de Guerrero del senador Félix Salgado Macedonio. Cabe destacar que a pesar de tener un proceso judicial por violación y de las múltiples voces en contra, incluso en el interior de Morena, el presidente, el morenista numero 1 del país, lo respaldó. El haber sido bajado de la candidatura se debió a una falla administrativa, no derivado de las otras acusaciones.

Pues bien, hoy la indignación tiene otra causa. Ésta se llama Pedro Salmerón.

En días pasados, la Secretaría de Relaciones Exteriores dio a conocer una lista con los 16 nuevos embajadores de México en puestos clave en América Latina y Europa. Y en la propuesta para Panamá, era Pedro Salmerón.

De entrada más de un diplomático de carrera arqueó las cejas, pues una vez más se impuso el amiguismo, la afinidad ideológica y la lealtad partidaria, mismos motivos que dieron lugar al nombramiento de Salmerón como director del Instituto Nacional de Estudios de las Revoluciones de México, del que tuvo que salir tras una polémica causada por su opinión del asesinato de Eugenio Garza Sada.

Su nula experiencia diplomática habría bastado para descartarlo. No obstante, a eso hay que agregar que el nombre de Pedro Salmerón lleva ya años sonando en las redes y no por buena fama o reconocimientos.

Habría que destacar la violencia con la que el académico se expresa en redes sociales. Ésta no necesita más que buscarse los tuits llenos de groserías e insultos a aquellos con los que discrepa. Característica nada propia de aquellas personas que aspiran a la carrera diplomática.

Pero esa no es la única perla del doctor Pedro Salmerón.

Desde 2019, las denuncias en el #MeToo fueron múltiples. De hecho, aunque el historiador siempre ha alegado que no existen denuncias formales, en el ITAM, donde el historiador daba clases, sí se inició una investigación interna, donde casualmente prefirió renunciar antes que esperar los resultados de su presunta inocencia que tanto clamaba.

A pesar de ello, el presidente dijo “No existe, según entiendo, una denuncia formal y legal. Hay que esperar a que se presenten pruebas”. Alegato extraño en boca de alguien que la falta de evidencia no lo ha detenido para denostar en las conferencias mañaneras. Pero en esta ocasión las voces de mujeres víctimas del acoso no bastan. Porque, como de costumbre, las mujeres víctimas de violencia sexual tienen que demostrar no ser culpables de la violencia de la cual son víctimas.

Pero lo más decepcionante es que la decisión del presidente de imponer a un allegado suyo como embajador echa a perder la supuesta vocación de género tan cacareada por la cancillería. Apenas hace un año, en un comunicado, la Secretaría de Relaciones Exteriores se ufanaba de convertirse en el primer país de América Latina en adoptar una política exterior feminista. Una decisión que sin duda no le consultaron al presidente, o que éste decidió soslayar con un nombramiento que en los hechos la anula.

Entre los observadores políticos se dice que Salmerón forma parte del grupo político de la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum. De ser así, eso explica que la mujer más visible entre las funcionarias del grupo gobernante haya preferido allanarse a la visión del presidente de que “se presente una denuncia”, antes que solidarizarse con quienes desde su mismo género han acusado al académico de ser un agresor.

Para aquellas que clamaron que la cuarta transformación sería feminista o no sería, siento decepcionarlas. Ya no fue.