Obsesivos días circulares

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Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO *

Algunas cosas regresan, sobre todo en la historia nuestra.

Es una de las maldiciones nacionales: la historia circular, una especie de eterno retorno. Lo que se va es un boomerang, nunca se va del todo y reaparece a la vuelta de la esquina.

No es así en el resto del mundo. Algunas naciones poseen una historia lineal. Allá lo que se va no vuelve y sólo queda mirar hacia el futuro.

Aquí, por gracia o desgracia, lo ido es devuelto como un madero en las olas del mar.

No es un descubrimiento mío, lo dijeron muchos (Carlos Fuentes entre ellos) pero es sencillo comprobarlo.

Entre nosotros no valen las despedidas: los pasados persisten y regresan como ánimas renuentes al juicio definitivo.

Lo pasado no pasa entre nosotros: pasea y regresa.

Lo experimenté en carne propia una vez, cuando muy joven fui a estudiar a Ciudad de México. Leí sobre la guerrilla de los años sesenta, sobre las revueltas estudiantiles, sobre el propio Revueltas y pensé que todo era cosa del ayer. A los pocos días surgió una guerrilla en Chiapas y algunos nostálgicos del delirio hicieron estallar un artefacto explosivo en una plaza comercial.

La guerrilla estaba de vuelta y siguió por muchos años hasta que se fue olvidando.

Las muestras del pasado insepulto permanecen y sobran los ejemplos. Es como si despertáramos y el dinosaurio fuera un gallo que nos canta al amanecer (Perdón Monterroso).

Un ejemplo es elocuente: alguna vez creímos que las matanzas y desapariciones de estudiantes mexicanos eran cosa del pasado, pero llegó Ayotzinapa, que sigue y seguirá sin resolverse (como la represión de Tlatelolco, décadas atrás).

Podríamos decir algo similar de viejas prácticas predemocráticas, de esas penosas mañas que se pensaban extintas y que siguen deambulando por aquí.

Habría que recordar lindezas como el “dedazo”, la “cargada”, los cacicazgos, el desprecio a las reglas electorales, el discurso cantinflesco, el culto a la personalidad y otras más que parecían piezas de museo. En realidad, son muestras de historia viva.

Lo único que no regresa es la juventud. Puedo atestiguar que tampoco crece el cabello perdido. Bueno, eso creo.

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 55 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca, letras colimenses y un libro de aforismos.