Nacionalización

El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*

Durante el Consejo Nacional de Morena, el controvertido escritor y director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, dijo algo que me causó sorpresa y decepción:

“¿Por qué el partido no está discutiendo medidas como la nacionalización por razones de salud nacional del canal 13 de Televisión? No es que lo proponga, es que tenemos que conversar sobre estos temas”.

La justificación que ofrece el escritor y funcionario da miedo: la “salud pública”.

El término se originó en la Revolución Francesa, cuando se creó el comité de salud o salvación pública, un poderoso organismo que recibió amplios poderes sobre las fuerzas armadas, el poder judicial y el legislativo.

En pocas palabras, ese comité fue el verdadero poder más allá de los órganos republicanos y el responsable de la época conocida como El Terror, cuando los revolucionarios, bajo el liderazgo de Robespierre (una personalidad genial en algunos aspectos, pero marcada por el fanatismo, la intolerancia y la obsesión) decidieron gobernar con la fuerza militar y el asesinato mediante la guillotina.

Perder la cabeza en la guillotina era algo sencillo: sólo se necesitaba ser considerado un “contrarrevolucionario” o un “enemigo del pueblo”, recurso usado por las dictaduras con aires de transformación en todo el mundo. El mismo Robespierre definiría al Terror como “una justicia rápida, severa e inflexible” y su ejemplo sigue imitándose.

Así, la “salud pública” se volvió una justificación, es decir, el uso del poder para suprimir lo que se considera adverso a un gobierno, una ideología o un estilo de mando que se considera “popular”.

Es impresionante que un escritor como Taibo utilice tal argumento en contra de la libertad. Eso abre el camino a todos los excesos posibles en nombre de una ideología o un gobierno.

“Nacionalizar” significa tomar el control de una propiedad privada transfiriendo sus bienes a “la nación”, es decir, al gobierno del momento. En este caso, la propuesta es “nacionalizar” a una empresa televisora por su contenido, lo que implica una amenaza a la propia libertad de expresión, pues esa libertad implica respetar lo que el otro opina, aunque nos disguste o sea contrario a nuestros intereses.

¿Acaso el escritor y funcionario quisiera que los medios de comunicación sólo repitieran lo que a él le convine, le gusta o es parte de sus preferencias políticas?

Es muy triste el caso de Paco Ignacio Taibo II, pues en sus escritos y documentales se asume como un liberal y heredero del pensamiento de la Reforma, lo cual contrasta con su actitud actual. Incluso, se le conocen elogios públicos a Francisco Zarco, el gran promotor de la libertad de imprenta, quien afirmó que la libertad de expresión es “la más preciosa de las garantías del ciudadano y sin la que son mentira cualesquiera otras libertades y derechos” (25 de julio de 1856).

No es posible ser tan incongruente.

Es importante recordar, además, que este personaje es hijo de un exiliado republicano que llegó a México huyendo del franquismo y buscando amparo para su libertad creativa y de expresión. No es posible que su hijo pretenda restringir esa libertad mediante el poder del Estado y gracias al partido en el poder. Eso no puede ser ético y ni siquiera lógico.

No olvidemos, también, que llegó a la titularidad del Fondo de Cultura Económica mediante una reforma a modo a la Ley Federal de Entidades Paraestatales, que exigía que este tipo de instituciones fueran dirigidas por personas mexicanas de nacimiento y Taibo no lo es, siendo ―como su padre― nacido en España.

Aún se recuerda la expresión del escritor cuando festejó en público la reforma a esa ley. No la repetiré aquí, pero se trata de una vulgaridad que estará por siempre ligada a su historia personal.

En fin, la vida da sorpresas y a veces decepciones. El Taibo que veo en este momento es muy distinto del que leí en los años noventa. Al menos ya conocí su verdadero rostro.

Finalicemos con Zarco: “la opinión, si puede ser un error, jamás puede ser un delito”.

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 56 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.