Los voraces

El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*

Algo me intriga. No entiendo la obsesión por el gran saqueo, por la gigantesca corrupción. Quienes la padecen son unos voraces sin límites y al mismo tiempo insensatos, es decir, seres que ambicionan una riqueza demencial que ni siquiera pueden disfrutar.

Recuerdo el caso del líder de un grupo criminal siciliano, Salvatore Riina, que a pesar de sus cuantiosos ingresos vivía modestamente en un departamento de Palermo. Cuando fue detenido vestía con ropas comunes, incluso algo raídas. No podía ser de otra forma: tenía que mantener un bajo perfil para subsistir en la clandestinidad. Ya acumulaba unos 25 años prófugo.

Podemos suponer que a un personaje como éste lo seducía el poder, pero no disfrutaba de una buena vida. Algo así me imagino con quienes acumulan muchos recursos sin tener una expectativa clara de su aprovechamiento. Debe animarlos la subversión de la ley, la trampa, la erosión de las instituciones a su cargo e incluso la simple acumulación de dinero sin expectativa de gastarlo a su antojo.

Suceden cosas así en nuestro país.

Pongamos por ejemplo Segalmex, una de las grandes estafas recientes. Esa compañía paraestatal buscaba abastecer con alimentos de calidad y bajo precio a los grupos sociales con más necesidad de apoyo y terminó como un sucio caso de corrupción en el sexenio del presidente Andrés Manuel. Las autoridades cifran el desfalco en más de 15 mil millones de pesos. Son demasiados millones.

Lo peor es que la corrupción en el sector no parece disminuir. El nuevo organismo, Alimentación para el Bienestar, creado precisamente para sustituir a Segalmex, repite los vicios. En fechas recientes se hicieron públicos contratos por 2 mil millones a empresas fachada con direcciones falsas y prestanombres.

Tenemos también el caso del llamado “huachicol fiscal” (contrabando de combustible) a cargo de altos funcionarios de la Secretaría de Marina y una compleja red de funcionarios de aduanas y otras instancias. Allí se calcula una bagatela de unos 177 mil millones al año. Quizás con tales cifras pueda comprenderse la serie de asesinatos y suicidios vinculados a la investigación de este penoso capitulo de la historia reciente. La historia está por escribirse aún, pero lo cierto es que durante el periodo del presidente Andrés Manuel se construyó un complejo sistema de corrupción con ganancias demenciales.

No podríamos olvidar, en este breve recuento, a La Barredora, el grupo criminal instalado en Tabasco y dirigido por el titular del área de seguridad en la entidad, Hernán Bermúdez Requena. Este grupo hacía negocios propios de la delincuencia organizada en varias zonas del país y extendió sus mecanismos de operación al robo de combustible y a la construcción del Tren Maya. Los recursos obtenidos por La Barredora son difíciles de calcular, pero algunos medios calculan decenas de millones de pesos semanales.

Es inevitable la mención al gobernador que, al parecer, auspició a la Barredora en Tabasco: Adán Augusto López, muy cercano al ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Hace un par de días brotó un nuevo escándalo vinculado con él y como resultado tuvo que aceptar, públicamente, que obtuvo ingresos por 79 millones de pesos entre 2023 y 2024, combinando sus funciones públicas con la prestación de servicios profesionales (a empresas que consiguieron contratos en su administración gubernamental). La verdad es que este personaje ya parece una piñata, pero allí sigue, aguantándolo todo.

Faltarían en este recuento los miles de millones de pesos que se calculan vinculados a las obras del Tren Maya y de la refinería Dos Bocas, que también están señaladas por la corrupción y que ya hemos analizado en otros momentos.

En fin, algunas personas no tienen límites, la gran corrupción los seduce y por ella no dudan en destruir a instituciones e involucrar a sus propios hijos.

Habrá que preguntarse cuál es el objeto de acumular tantos millones. Dudo que tengan la capacidad de gastarlos en su vida. Quizás lo que les seduce es arrojarse y nadar en ellos, como émulos del tío Rico McPato.

Eso debe ser.

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.