La fuerza del poder blando: el legado de Joseph Nye

ESPUMA DE MAR
Por: Mariana Lizette PÉREZ OCHOA

La reciente muerte de Joseph Nye, uno de los teóricos más influyentes de la política internacional contemporánea, representa un momento oportuno para reflexionar sobre el concepto que definió su legado: el poder blando, o en inglés, soft power. En un mundo donde los países compiten no solo por recursos, sino también por legitimidad, inversión y liderazgo regional, la capacidad de influir sin recurrir a la fuerza, se vuelve cada vez más estratégica.

Nye, quien se desempeñó en distintos cargos públicos durante la presidencia de Bill Clinton en los años noventa, es también considerado uno de los fundadores del neoliberalismo en la teoría de las relaciones internacionales. Junto con Robert Keohane, ayudaron a comprender un mundo donde el poder no siempre se ejerce de forma directa o unilateral.

El Poder Duro, o hard power en inglés, se basa en la fuerza militar o la presión económica, mientras que el Poder Blando se refiere a la capacidad de un Estado para influir en otros mediante la atracción, la persuasión y la diplomacia. Esta forma de poder utiliza elementos como la cultura, los valores políticos, el modelo social y la imagen internacional que proyecta un país. En este sentido, el poder de la seducción puede ser más efectivo que el de la amenaza.

En su explicación del Poder Blando, Nye solía referirse a la Guerra Fría. Decía que, aunque la disuasión nuclear estadounidense y la presencia militar en Europa fueron cruciales, el Muro de Berlín no cayó por una ofensiva militar, sino por ciudadanos con martillos y esperanza, cuyas mentes habían sido moldeadas por emisoras como la Voz de América o la BBC. Fue la cultura, la narrativa, la idea de libertad, lo que hizo tambalear al bloque soviético, más que cualquier misil.

Esta forma de poder se manifiesta de maneras diversas. Por ejemplo, Corea del Sur ha logrado posicionarse globalmente a través de la difusión internacional de su cultura pop: desde bandas como BTS y BLACKPINK hasta sus series televisivas, su gastronomía y su moda. Todo ello ha generado un creciente interés global por el país y ha transformado su imagen ante el mundo. De manera similar, Estados Unidos ha proyectado su poder blando durante décadas gracias a la influencia global de Hollywood, o su industria musical, que no solo entretienen, sino que moldean estilos de vida, aspiraciones y valores compartidos. Francia, por su parte, ha sabido construir una identidad global refinada y culturalmente poderosa mediante instituciones como la Alianza Francesa o eventos internacionales como el Festival de Cannes. Incluso Brasil ha hecho del arte y la música, como la samba y la bossa nova, instrumentos de proyección internacional, asociándose a una identidad alegre, diversa y vibrante.

Todos estos casos muestran cómo la cultura, cuando es estratégicamente difundida, se convierte en una forma efectiva de poder. Cuando esta se combina con elementos del Poder Duro, por ejemplo, el uso ocasional de la fuerza o de la presión económica, Nye habla de un enfoque de Poder Inteligente (smart power), que busca equilibrar distintas herramientas en función de los objetivos diplomáticos y del contexto.

Hoy más que nunca, en un mundo interconectado y marcado por desafíos globales como el cambio climático, las tensiones geopolíticas, las crisis migratorias o las guerras, el legado de Joseph Nye cobra una relevancia particular. Comprender el poder blando como una herramienta legítima y necesaria no solo es útil para las grandes potencias con más fuerza militar, sino también para países del Sur Global que, sin grandes ejércitos o economías dominantes, pueden influir a través de su cultura, sus valores y su ejemplo.

En última instancia, Nye nos enseñó que el poder no solo reside en la fuerza, sino en la capacidad de convencer, de atraer y de inspirar.