La Colima de Salvador Márquez Gileta

Crónica sedentaria

Por: Avelino GÓMEZ

Es el año de 1998 y está por entrar la primavera.  Posiblemente sea martes o miércoles; el sol de las tres de la tarde reverbera en las aceras del centro de Colima. Las tiendas de la calle Madero bajaron sus cortinas hace rato.

La ciudad, como todas las tardes calurosas, se mira aletargada. En el restaurante Los Naranjos, sobre la Gabino Barreda, algunos comensales disfrutan ya del postre. Y allí, en una mesa contigua al ingreso principal del establecimiento, está el escritor Salvador Márquez Gileta.  Luce flaco y un poco decaído, pero viste impecablemente. Me acerco a saludarlo y me regala apenas una sonrisa. No lo sé en ese momento, pero Salvador morirá meses más tarde.

El encuentro con Salvador se debió a que, unos días antes, le había solicitado una entrevista. En ese entonces yo era un estudiante universitario; entrevistarlo fue una asignación de alguna materia. Habrá sido Guillermina Cuevas quienes me facilitó el número telefónico de Salvador Márquez. Y no recuerdo cómo fue aquella charla telefónica con el escritor, lo que sí tengo en la memoria es su amabilidad al invitarme a comer.

Nuestra entrevista fue de apenas veinte minutos. Yo llevaba una grabadora a la que, en algún momento, las pilas habrían de agotarse. Hablamos sobre  su trabajo como escritor y sobre España, la calle, su novela recientemente publicada que, por su temática, fue inscrita en el apartado de literatura gay. De hecho, se afirmaba que tal libro era la primera novela gay de Colima —aunque ya con La pasión de la señorita Clara Rivas, su anterior obra, Salvador algo anunciaba—. En ese sentido, Salvador Márquez fue un pionero.

Durante la conversación yo intentaba la seriedad en la preguntas y Salvador ensayaba cierto humor en sus respuesta. Como si él no quisiera que escapara la oportunidad para exponer su propia y divertida visión de la vida y la literatura.  Me parecía, por momentos, que le emocionaba hablar sobre los personajes de España, la…, sobre todo de Leonardo, alias la Chula Linda (el personajes principal), y de Galilo, un especie de gigoló gay que anota en una libreta detalles “socioeconómicos” de sus parejas sexuales.

Márquez refería a ellos como si fueran entes reales, como si al escribirlos les hubiera dado la facultada para que, por siempre, caminaran y recorrieran estas calurosas calles de Colima. Y en verdad, cuando uno lee España, la calle, y de cuenta del lenguaje utilizado por Salvador Márquez, el lector percibe el talento de un autor que escribió para permanecer. Ahí están los colimotismos, los regionalismos y el habla popular, pero también el lenguaje formal, el literario. Por lo demás, la novela retrata muy bien las dinámicas sociales y culturales colimotas, desvela tabúes y rinde un sarcástico homenaje a un Colima que, aunque ya entró a un nuevo siglo, conserva sus nostálgicos registros de antaño.

Transcribí aquella entrevista, pero nunca fue publicada. A lo sumo habrá pasado por el escritorio de alguno de mis maestros. Lo que sí guardo para mí fue haber compartido la mesa con Salvador Márquez. Y aquí tengo que soltar un dato tan irrelevante como necesario para los biógrafos de Salvador: comimos tatemado. Sí pues, tatemado. Y él disfrutó cada bocado. Salvador Márquez Gileta deseaba, qué duda cabe, llevarse a Colima en la panza, entre las tripas.

Pocos años después de su muerte vimos algo claro: nuestros escritor fue un meteoro en la literatura colimense y dejó una estela reconocible y ubicable en la literatura nacional. Con apenas cuatro o cinco libros, la de Salvador Márquez Gileta es una obra que, por su calidad, es difícil permanecer indiferente. Más allá de que sus novelas fueran consideradas, en ese entonces, como literatura gay —quizás porque el propio Salvador Márquez pugnó abiertamente por la reivindicación de los derechos de la comunidad LGBT—, su labor escritural nos reveló a un narrador comprometido con su oficio y con el lenguaje; pero, sobre todo, comprometido con él mismo y con un Colima que todavía hoy (a más de 20 años de la muerte de Salvador), mira de soslayo su obra.