LA CLOACA DESTAPADA Y LA CUATRO-TE

Para Pensar
Por: Carlos M. HERNÁNDEZ SUÁREZ 

Un conocido político dijo un día que los académicos no deberían meterse en política porque no sabían lo que hacían. Yo me pregunto ahora: ¿y a poco los políticos sí saben?

Creo que ese es justamente el problema: que los científicos no hablen de política es la principal causa de que los políticos no hablen ni se preocupen por la ciencia.

Le tengo confianza a la presidenta. Está mostrando fuerza e inteligencia y, como dijo la periodista Peniley Ramírez en su columna en Reforma, refiriéndose a la cloaca recientemente destapada: “…este caso puede dar a Claudia Sheinbaum la libertad política que tanto necesita.”

No soy fan de AMLO, para nada, pero tampoco me ciego como para culparlo de todo. Honestamente, no me lo imagino, como presidente de la República, pidiéndole al secretario de Marina que arme un “negocito” para asegurar el futuro. Me parece grotesco e inviable. No sé si tiene mucho dinero o no, pero lo cierto es que AMLO no vive una vida de lujos ni excesos. Seamos sinceros: siempre le ha importado más su legado sociopolítico que el dinero.

La 4T no va a sufrir por la cloaca recientemente destapada. Lo que se pierda en confianza hacia algunas instituciones y funcionarios debe contrarrestarse con lo que ya se gana en imagen de fortaleza del gobierno. El resultado —positivo, sin duda— se refuerza porque ya no hay oposición, y la poca que queda está en la lona o entregando las armas. La 4T, sin lugar a dudas, les entregará algunos escaños importantes, porque ya aprendió que el “carro completo” es la peor propaganda política posible, y que al final los gobernadores se van a alinear. Eso sí: la 4T decide quién se queda con lo que haya que repartir.

En particular, la 4T tiene ganada la gubernatura de Colima desde ya, porque el estado tiene un tamaño poblacional que difícilmente permite oposiciones equilibradas. Existe una teoría matemática, derivada de los modelos de brotes epidemiológicos, que explica este fenómeno y que respalda mi grado de convencimiento —aunque no entraré en detalles aquí. Esta imposibilidad conlleva un riesgo: vuelve al estado “negociable”. Y digo riesgo porque es peligroso que la democracia se reduzca a negociaciones.

Héctor Castillo Juárez (Tolín), hijo del gran Heberto Castillo —mi vecino durante los cinco años que viví en EUA estudiando el doctorado, y quien lamentablemente falleció hace algunos años— me contaba muchísimas anécdotas de la vida de su padre. Una de mis favoritas es cuando Echeverría le ofreció el recién fundado Conacyt (entre otros cargos) y él se negó. Héctor me platicó que el presidente Echeverría le preguntó sonriendo: “¿Pues cuál puesto le gusta, ingeniero?”, y que Heberto le contestó: “El suyo, señor presidente”.

Otra de mis anécdotas favoritas que me compartió: “…la gente ve a mi padre en una manifestación, allá arriba en el templete, escribiendo en una libretita, y creen que está planeando su discurso. No saben que lo que en realidad está haciendo son cálculos de ingeniería.”

Cuando de plano todos lo estudiantes mexicanos vecinos nos reímos mucho (todos menos Héctor) fue cuando Proceso publicó una entrevista con Heberto Castillo en la que este se quejaba de los pésimos sueldos en las universidades, señalando: “Tengo un hijo que gana en un año lo que yo gano en un mes…”, y bueno, era comprensible: el Ing. Castillo supo plasmar su ingenio en patentes de uso internacional que le generaron dinero. Eso quería que hicieran las Universidades.

Entre álgebra lineal, café, fútbol (Héctor siempre era portero, puesto que se había ganado por una rodilla lastimada) y ajedrez (me regaló un tablero profesional que todavía conservo) y la discusión semanal de la revista Proceso que me regalaba, compartimos buenos momentos.

Un día, hablando de matemáticos mexicanos, me platicó de que Carlos Ímaz, un matemático y ahora exesposo de la presidenta Sheinbaum, participaba en el grupo de jóvenes que se reunían con el Ing. Castillo en su casa periodicamente a platicar, en la época de la huelga en la UNAM. Solo puedo imaginar que Claudia Sheinbaum participaba también en ese grupo, no solo por ser esposa de Ímaz, sino porque se había ganado un lugar propio desde que ella misma colocó la bandera de huelga en la torre de Rectoría. Solo puedo suponer que la visión de la presidenta sobre el papel de las universidades en la política nacional coincide con la de aquel grupo que rodeaba al ingeniero Castillo.

Su amistad con Itzel Castillo —también hija de Heberto—, recientemente electa presidenta del Senado en México, viene de muy atrás, desde aquellas reuniones. Ambas, trabajando en equipo, podrán hacer mucho.

Si hay algo que a la presidenta en particular le interesa, es el tema de las universidades. Imagino que lo abordará antes de las próximas elecciones y que se avecinan cambios. Por ahora, tiene que dedicar tiempo a lo urgente, dejando lo importante para después.