El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*
Las revelaciones que brotan de la llamada Iglesia La Luz del Mundo lastiman a sensibles e insensibles. Casi nadie puede mantenerse indiferente hacia ese horror. Las cuentas de ese rosario parecen extraídas de una película de espanto: violaciones, abusos a niñas y menores de edad, humillaciones que pasan de madres a hijas, encubrimientos, tráfico sexual, delitos financieros…
Muchos de los casos que están documentándose reflejan una entrega voluntaria (en un inicio) a los caprichos y depravaciones del apóstol en turno. Se trata de la dócil entrega del cuerpo (del propio y de la descendencia) a cambio del afecto y la bendición del predicador.
¿Por qué algunos seres humanos permiten ese dictado sexual sobre sí mismos? La respuesta parece clara: el poder de la sugestión religiosa encuentra fundamento en el temor hacia la muerte. Ese temor, tan profundamente humano, se convierte en dominio para los manipuladores del más allá.
Las religiones encuentran su combustible en esa duda atávica: lo que sucederá cuando llegue el momento final. Para algunos credos esa duda se vuelve fuente de inspiración para la transformación y para la rectitud en la vida. Para otros, el temor a la muerte se transfigura en la impunidad de quienes se asumen como los intermediarios de la divinidad en la tierra. Así es desde el inicio de los tiempos.
El poder religioso y el poder político son dos caras de una misma moneda y la humanidad duró miles de años para diferenciarlos en algunos sistemas políticos. Aún en nuestros días, algunos gobiernos siguen acatando las directrices de los líderes de la fe, en detrimento de los valores político-constitucionales. Allí están algunas sociedades como el Irán de los ayatolas.
Lo que sucede en pueblos de una religiosidad rayana en la histeria puede ser comprensible, lo curioso es que aún en las sociedades más celosas de la tradición laica y republicana, subsisten credos aterradores que mantienen intactos sus instrumentos de dominación. Crecen al amparo de las leyes, pero se especializan en transgredirlas a capricho de sus patriarcas.
La iglesia llamada “Luz del Mundo”, tan en entredicho en estos días, sigue activa y poderosa en sus mecanismos proselitistas. Incluso se sospecha de su estrecha vinculación con redes de poder político. No olvidemos que su líder, hoy en prisión, recibió un homenaje en Bellas Artes y que algunos de sus principales dirigentes operan en nuestro país.
Es algo que debería preocuparnos como especie: la indefensión de tantos espíritus frente a la manipulación de líderes religiosos sin escrúpulos. Es el mal acechando desde posiciones que deberían ser de bondad.
Me gustaría decir que esos casos extravagantes corresponden sólo a ciertas sectas y credos marginales, pero ya se sabe que no es así. Allí está el caso del muy mexicano y católico Marcial Maciel, que tanto debería avergonzarnos.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.