ENTRE LÍNEAS // ¿Somos humanos o no?

Por Elinord Cody

La humanidad, se dice, ha alcanzado un nivel superior de evolución. Si bien somos animales, somos los únicos dotados de razón, de la capacidad de discernir entre el bien y el mal, de la libertad de actuar conforme a nuestros principios. Y, sin embargo, en este momento histórico, donde el conocimiento y los valores parecen al alcance de todos, nos encontramos en un tiempo de enorme violencia y dolor. ¿Qué ha llevado al ser humano a cometer actos atroces?

¿Qué sucede con nuestra humanidad cuando escuchamos de un hombre que presuntamente asesina a una mujer y a su hija, de apenas un año de edad? ¿Qué nos dice el asesinato de un padre y su hijo, quienes simplemente se relajaban juntos al final de un día de trabajo en Nuevo Naranjal? ¿O el de un vecino que buscaba mejorar su colonia en Tabachines y terminó siendo víctima de aquello que intentaba erradicar?

El filósofo Thomas Hobbes proponía que el ser humano, en su estado natural, es egoísta y agresivo; para él, sin un sistema de control, «el hombre es un lobo para el hombre». ¿Estamos, acaso, regresando a un estado de naturaleza donde los instintos básicos superan a la razón?

De acuerdo con Hobbes, la sociedad civil, con sus normas y acuerdos, es lo que debería mantenernos en paz, pero cuando vemos a un joven que, pese a su esfuerzo y dedicación trabajando en dos empleos, es asesinado mientras conducía su motocicleta, nos cuestionamos si estas normas son suficientes o si han fallado.

Además, los ataques recientes en bares como el de Querétaro, donde diez personas perdieron la vida, o el de Cuautitlán Izcalli en el Estado de México, donde murieron seis personas, muestran una violencia que parece crecer sin límite. ¿Acaso hemos perdido de vista lo que realmente significa vivir en sociedad?

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche hablaba del concepto de «superación» y de la necesidad de crear nuestros propios valores en lugar de depender de los valores impuestos. Sin embargo, ¿qué sucede cuando los valores que se establecen o los que cada uno adopta son los de la destrucción y el egoísmo en lugar de la convivencia y el respeto?

Parece que vivimos en una época donde la satisfacción personal se ha vuelto sinónimo de indiferencia hacia el otro, y hacer el bien, en lugar de dar satisfacción, es percibido como un esfuerzo que pocos quieren asumir.

El futuro del mundo, entonces, parece pender de la capacidad de la humanidad para recordar su propia esencia: que la libertad de elección y el discernimiento son nuestros dones, pero también nuestras responsabilidades.

Si la violencia y el egoísmo se siguen imponiendo, ¿qué clase de sociedad construiremos para las generaciones futuras? ¿Será un mundo de individuos alienados, cegados por sus propios deseos y dispuestos a destruir todo a su paso?

Ser humano implica mucho más que simplemente pertenecer a una especie biológica. Ser humano significa poseer razón, conciencia y la capacidad de tomar decisiones; implica también tener empatía, sentido de justicia y responsabilidad hacia los demás. Sin embargo, cuando miramos los actos de violencia, egoísmo y destrucción que se ven en la actualidad, surge la pregunta: ¿hemos perdido el significado de nuestra humanidad? ¿O nunca lo comprendimos del todo?

Filosóficamente, ser humano ha sido interpretado de muchas maneras. Para Aristóteles, somos “animales racionales” que alcanzan su máximo potencial al vivir en comunidad, ejerciendo la virtud y el juicio ético. La razón y la ética serían, entonces, lo que nos distingue de otros seres. Pero, ¿cómo explicamos aquellos actos que van en contra de estos principios, que parecen más propios de un estado sin ley que de una sociedad civilizada?

Desde la perspectiva de Viktor Frankl, la humanidad se define por su capacidad de encontrar sentido y propósito, incluso en las circunstancias más difíciles. Ser humano sería entonces tener la libertad de responder de manera constructiva a la vida. Pero cuando hay personas que eligen el camino de la violencia o el desprecio hacia los demás, pareciera que este sentido se ha perdido o diluido.

Ser humano, en su esencia, debería implicar reconocer y valorar la dignidad propia y la de los demás. Significa, idealmente, no solo vivir con los demás, sino también vivir para el bien común, construir en lugar de destruir. La crisis que enfrentamos es, en última instancia, una crisis de humanidad: nos toca decidir si queremos vivir en un mundo donde cada vida tenga valor o en un mundo donde, al olvidarlo, solo existamos y sobrevivamos, olvidando el verdadero significado de ser humanos.

Nos corresponde, como sociedad, replantear nuestros valores, recuperar la empatía y reconstituir los lazos que nos unen. De no hacerlo, estamos en peligro de vivir un futuro marcado no por la razón ni la humanidad, sino por una regresión a los instintos que, en teoría, dejamos atrás hace siglos.