COLIMA.- Una de las situaciones por la cual está pasando el estado de Colima, es la ola de violencia, que en lo que va del 2022 ha cobrado más de 450 vidas, y ha dejado al menos 70 lesionados (víctimas de homicidio doloso en grado de tentativa), concentrándose la mayoría de las agresiones armadas en los municipios de Colima y Villa de Álvarez.

Lo que detonó la gran parte de los homicidios dolosos en la zona conurbada de la capital del estado y otros municipios, de acuerdo a lo señalado por las mismas autoridades, fueron los hechos violentos ocurridos el 25 de enero pasado, en el Centro de Reinserción Social (Cereso) de Colima, donde se enfrentaron dos células del crimen organizado, con saldo de 9 muertos y 7 lesionados.

Muchos de los escenarios donde han tenido lugar estos eventos violentos son las vías públicas y lugares recurridos por familias, niños y jóvenes, avenidas transitadas, exterior de centros comerciales, inmediaciones de instituciones educativas, también alarma que algunos se hayan registrado a plena luz del día.

Guillermo Ramírez Zavala, presidente del Colegio Oficial de Psicólogos del Estado de Colima, considera que esta situación es preocupante por el impacto social, ya que se están normalizando estos actos de violencia, sin pensar en los perjuicios sociales y emocionales que ocasionan, sobre todo en menores de edad.

«El camino de la infancia hacia la edad adulta está marcado por una serie de etapas vitales que conllevan transiciones en el desarrollo intelectual, físico y moral del niño. Estas etapas son oportunidades para construir las aptitudes, habilidades para la vida y resiliencia de las niñas, niños y adolescentes».

«Al mismo tiempo, están asociadas con ciertos factores de riesgo relacionados con las diferentes formas de violencia. A medida que los niños se desarrollan, se vuelven más independientes e interactúan con gente distinta a sus padres o tutores. Esto incrementa el riesgo de que aprendan y les interesen otras actividades diferentes a las que sus padres y educadores les han inculcado».

Consultado por esta agencia informativa, el psicólogo señaló que de los actos de violencia a los que se enfrentan día a día las y los menores, también emana el miedo a la inseguridad, por lo que es prioridad un sano desarrollo y un buen contexto sociocultural para niños, niñas y adolescentes.

«El desarrollo de las funciones psicológicas superiores está íntimamente ligado al entorno social en que se desenvuelve el niño. Si este es rico en estímulos los niños presentarán un desarrollo apropiado, sin embargo si es violento podría haber consecuencias sobre la esfera cognitiva de los menores».

«Niños, niñas y adolescentes, víctimas del conflicto armado presentan síntomas de estrés postraumático y/o depresión, cosa que ocasiona puntajes más bajos en atención y memoria y que dicho efecto tiende a acentuarse en la adolescencia».

El profesionista dijo además, que se puede encontrar que los niños y adolescentes con Trastorno de Estrés Postraumático, presentan un perfil caracterizado por dificultades en los procesos de atención visual, verbal y no verbal, alteraciones en la memoria lógica, pocas habilidades para monitorear la conducta y dificultades en tareas que implican flexibilidad cognitiva.

Lo anterior, infiere claramente la existencia del carácter altamente traumático del pánico y frustración severa en los niños y niñas víctimas de violencia, las consecuencias de esta situación producen, en primer lugar daño físico, pero implican mensajes profundamente destructores para la psique de las víctimas. Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentran:

Trastornos de la identidad: Mala imagen de sí mismo, convencido de ser la causa de la violencia.

Autoestima pobre: Sentimientos de inferioridad, se sienten profundamente incapaces, comportamientos tímidos y miedosos, o por el contrario agitados e histriónicos.

Ansiedad, angustia y depresión: Desconfianza en el contacto físico. Problemas de concentración y memoria. Comportamientos autodestructivos.

«En lo que respecta a la percepción de riesgo y sensación de inseguridad de los usuarios que acuden a los diferentes niveles de atención psicológica por las y los profesionales de la salud mental en el Estado de Colima, refieren que a partir del inicio de la ola de violencia en el Estado, concretamente en los municipios de Colima y Villa de Álvarez, la ciudadanía ha tenido que modificar una serie de actividades diarias».

«Mencionan que han reducido las salidas a lugares y eventos en general, evitado las salidas en horarios nocturnos; ha aumentado su percepción de riesgo al estar en espacios públicos; han limitado el uso del transporte público (sobre todo para con los menores de edad) incrementando el uso de transporte en autos particulares; además de solicitar vigilancia en escuelas para protección de los menores, así como pedir en ocasiones cancelación de clases en días con alto índice de violencia».

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