COLIMA.- Actualmente el Volcán de Colima está en niveles muy bajos de actividad, del conteo semanal que se hace de los eventos sísmicos al interior del edificio volcánico, realmente no pasan de tres o cuatro, así lo dio a conocer Raúl Arámbula Mendoza director del Centro Universitario de Estudios Vulcanológicos (CUEV)de la Universidad de Colima.

«Sin embargo bien sabemos el Volcán de Colima es considerado el volcán más activo de México y sabemos que en poco tiempo puede tener una mayor actividad, entonces hay que estar muy atentos y hay que estar siempre vigilantes de nuestro volcán», dijo el científico.

El director del CUEV señaló que con el equipo que se cuenta se puede dar aviso de un nuevo ciclo eruptivo hasta con semanas de anticipación, ya que el magma en su camino a la superficie genera varios cambios que pueden ser medidos.

«Simplemente el magma al ascender va rompiendo roca, y esta roca al romperse genera sismicidad y con nuestros equipos que son muy sensibles, podemos medir estos sismos que solo pueden ser detectados por nuestros instrumentos».

Recordó que el CUEV cuenta con instrumentación para estar monitoreando al coloso, se tienen sismómetros de banda ancha, que pueden detectar movimientos de muy baja magnitud, hay varias estaciones alrededor del edificio volcánico, la más cercana está a 1.7 kilómetros con respecto del cráter, además de las cámaras de luz visible y térmicas, estas últimas para detectar si hay aumento en las temperaturas de las fumarolas y en caso de una actividad mayor permite conocer las temperaturas de los productos que pudiera emitir el volcán.

«Hay que recordar que en los últimos años el Volcán tuvo mucha actividad efusiva y explosiva, crecían domos de lava en la cima del Volcán y estos domos cuando rebasaba el cráter del mismo comenzaban a escurrir y generaban flujos de lava».

«También contamos con sensores de ultrasonido, cuando ocurre una explosión volcánica se genera una onda de choque, de presión, que viaja por la atmósfera y que puede llegar a las comunidades cercanas y hacer vibra los cristales de las casas, con estos sensores de infrasonidos podemos medir esas ondas de presión, esas ondas de choques que se generan en las explosiones».

Estos equipos se han podido adquirir con recursos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) a través de proyectos que se han planteado para el mejor monitoreo del Volcán.

También se cuenta con equipos de GPS que miden la deformación del edificio volcánico, que permiten determinar la posición con gran precisión, ya que si el volcán llegara a tener una intrusión de magma por debajo del edificio, el volcán se deformaría y con estos instrumentos se podría medir.

Adicionalmente se trabaja con métodos satelitales, sistemas automatizados de consorcios internacionales que continuamente están monitoreando los volcanes del mundo y ellos también pueden ver deformaciones en el edificio volcánico y alertar a los científicos.

Mencionó que también se realizan sobrevuelos con drones para monitorear el cráter, algo que anteriormente solo se podía hacer en aeronaves y era muy costoso.

Recordó que la última gran explosión que tuvo el volcán fue el 3 de febrero de 2017, después hubo algunas explosiones menores en 2019, de muy baja intensidad, y desde entonces ha ido disminuyendo la actividad.

Arámbula Mendoza señaló que cada volcán es independiente y tiene su propia cámara magmática, por lo que no hay relación con la actividad del Popocatépetl, mucho menos con otros más alejados como el de La Palma en España, que el año pasado tuvo mucha actividad.

«Al año ocurren alrededor de 70 a 75 erupciones a nivel mundial, ese el promedio de erupciones que se observan en un año alrededor del mundo, obviamente hay muchos volcanes que están en lugares inhabitados y no se les da un seguimiento tan estricto, como los volcanes que están cerca de las grandes ciudades, como es el caso del Popocatépetl que se le da seguimiento por el Centro Nacional de Prevención de Desastres».

El científico señaló que cada volcán también se comporta de diferente forma, dependiendo de la composición de la lava; en el caso del de Colima el magma es más viscoso, no genera los flujos de lava que lleguen a grandes distancias, la lava se concentra en el cráter del volcán, escurre y genera pequeños flujos pero lo que sí tiene son más volátiles, más gases, lo que representa una mayor explosividad.

«Las erupciones explosivas desgraciadamente son las que matan más gente, por eso es muy importante mantener el monitoreo las 24 horas, los 365 días del año, y estar atentos por lo que se pueda generar».

Estableció que todo el trabajo que se realiza en el CUEV es en beneficio de la sociedad, ya que la información que ellos generan se transmite a los tomadores de decisiones, a los sistemas de Protección Civil para que puedan actuar en caso de algún riesgo.

El CUEV colabora de manera permanente con universidades mexicanas, como el Centro de Geociencias de la UNAM, a cargo de Lucía Capra, quien ha instrumentado las barrancas del Volcán de Colima, lo que permite también detectar los flujos de lodo conocidos como lahares y alertar a los sistemas de Protección Civil de Colima y Jalisco, para notificar a las poblaciones que puedan estar en riesgo.

Refirió que en la pasada temporada de lluvias se registraron alrededor de 20 lahares, sobre todo por la barranca de Montegrande,

«También tenemos convenios con el Centro de Postdam, Alemania, donde hemos trabajado con el investigador Thomas Walter, él hace un monitoreo de la parte de deformación del edificio volcánico por medio de satélites y cuando ellos ven algo, nos avisan que están viendo deformaciones en nuestro edificio».

Así mismo se tiene contacto con el Servicio Geológico de los Estados Unidos, quienes han donado cuatro estaciones sísmicas después de la erupción del 2015; y por supuesto también hay coordinación con el Centro Nacional de Prevención de Desastres.

Arámbula Mendoza recordó a la población que el Volcán de Colima ahora está en un periodo de baja actividad, pero por sí solo es un lugar peligroso porque hay muchas rocas que quedan inestables en el edificio volcánico, por lo que puede haber derrumbes y si alguien se acerca a estos lugares puede tener este riesgo.

«Hay una probabilidad muy baja de que ocurran explosiones sin precursores, el año pasado ya hemos tenido estos eventos que no avisan y que puede haber estas explosiones en el cráter del volcán y esto también es un riesgo para quien pudiera acercarse».

Trabajo Fotográfico

Además de la labor científica, Raúl Arámbula Mendoza, tiene una cantidad importante de material fotográfico, producto del monitoreo del Volcán de Colima.

«Básicamente yo comencé a tomar fotos para documentar la actividad del volcán y lo sigo haciendo, tengo fechas alcances de lo que veo en las fotos, documentados flujos de lava, piroclásticos, explosiones y todo esto para llevar un registro de la actividad propia del volcán, pero adicionalmente me gusta hacer fotografía un poco más artística, tratando de ejemplificar un poco la belleza que implica vivir cerca de un volcán tan activo como es el de Colima».

Como una actividad también relajante y liberadora del estrés, así califica este amor por la fotografía.

Asegura que algunas fotos las planea y estudia para mejorar la técnica y composición.

«Es algo que me llena y me gusta mucho y he tratado de ir mejorando año con año».

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