Dislates
Por: Salvador SILVA PADILLA
(Primera Parte)
Conocí a la escritora Ana María Shua, gracias al ensayo de Marco Antonio Campos Tres antologías personales de minificción. De ella, MAC ha escrito “Quizá las mayores virtudes de Ana María Shua son volver verosímil lo insólito o lo absurdo pero sin dejar de lado un hondo contenido humano y contar historias dolorosas o terribles como si se hablara de banalidades domésticas o de descuentos en el supermercado”.
“Los brevísimos cuentos de Ana María Shua producen en el lector continuas y hondas emociones: la ternura que llama al corazón, el dolor que socava, la tristeza por aquello que se pierde o aquello que no pudo ser, la obstinada crueldad que a veces causa deleite al que la produce, la angustia que ahoga o paraliza. Hay sueños y encantamientos que suelen convertirse, o se convierten, en pesadillas, y en los que el asunto… llega en ocasiones a lo macabro y lo espeluznante”.
Yo agregaría que la temática de sus textos es variadísima y sus finales son siempre sorpresivos y subversivos. Y no pocos de un perverso -y delicioso- humor negro.
A continuación, algunos ejemplos:
SIN TÍTULO
Mi papá no está contento conmigo. Me mira más triste que enojado porque sabe que le oculto un secreto. Estás muerto, quisiera decirle. Pero tengo miedo de que no venga más.
CONVIVENCIA IMPOSIBLE
El hombre pinta bien, de eso no hay duda, pero bebe mucho ajenjo, es violento, caprichoso y se hace muy difícil compartir su vida. Tomando una resolución extrema, de un solo tajo decidido, la oreja se separa de Van Gogh.
II
Algunas de sus minificciones rinden homenaje a Borges:
Por ejemplo, esta infernal versión en torno a la flor de Coleridge:
DUDOSA PRUEBA
Si un hombre desciende en sueños al infierno y se le entrega como prueba un diabólico tridente y al despertar el tridente no está allí, ¿es esa suficiente prueba de que ha logrado salir del infierno?
O estas tres minificciones que refieren a cuentos clásicos de Borges
MÁQUINA DE TIEMPO
A través de este instrumento rudimentario, descubierto casi por azar, es posible entrever ciertas escenas del futuro, como quien espía por una cerradura. La simplicidad del equipo y ciertos indicios históricos nos permiten suponer que no hemos sido los primeros en hacer este hallazgo. Así podría haber conocido Cervantes, antes de componer su Quijote, la obra completa de nuestro contemporáneo Pierre Menard.
(De Casa de Geishas)
EL JARDÍN DE LOS SENDEROS
Si nunca me extravié en el jardín de los senderos que se bifurcan es porque fui fiel al antiguo proverbio que exige: en la encrucijada, divídete. Sin embargo, a veces me pregunto, la felicidad, ¿no es elegir y perderse?
Esta minificción me evoca a La muerte y la brujula… Ya el lector dirá.
PISTA FALSA
Seguir el reguero de las manchas, ¿no será peligroso? ¿Cómo saber que conducen hasta el cadáver, y no hasta el asesino? (Pero las manchas son de tinta y llevan hasta la palabra fin).
III
De la literatura y sus saltos al vacío.
¿Qué aspirante a escritor no ha sufrido en carne propia la situación que aquí se narra?
NUNCA CONTARLO ANTES
Un escritor cuenta la idea de un relato que está a punto de escribir. La cuenta en una mesa de café y la idea es buena, el aire se tensa alrededor de las palabras, el relato se hace a tal punto tangible que el humo del cigarrillo no lo atraviesa, las volutas describen su contorno transparente. Pero después, cuando trata de transformarlo en letras, percibe grietas antes ignoradas por donde las palabras se deslizan, hay campos minados, una bruma de rutina invade el texto y los Dioses rechazan la ofrenda de una víctima que ya no es pura, que otros antes que Ellos han gozado.
IV
Y qué decir de estos cuentos infantiles que jamás nos contaron las abuelas.
ALÍ BABÁ
Qué absurda, qué incomprensible me parecía de chica la confusión del hermano de Alí Babá: casi un error técnico, una manifiesta falta de verosimilitud. Encerrado en la cueva de los cuarenta ladrones, ¿cómo era posible que no lograra recordar la fórmula mágica, el simple ábrete-sésamo que le hubiera servido para abrir la puerta, para salvar su vida? Y aquí estoy, tantos años después, en peligro yo misma, tipeando desesperadamente en el tablero de mi computadora, sin recordar la exacta combinación de letras que podría darme acceso a la salvación: ábrete cardamomo, ábrete centeno, ábrete maldita semilla de ajonjolí.
EL NIÑO TERCO
En un apartado de su obra dedicado a las leyendas infantiles, los hermanos Grimm refieren un cuento popular alemán que la sensibilidad de la época consideraba particularmente adecuado para los niños. Un niño terco fue castigado por el Señor con la enfermedad y la muerte. Pero ni aun así logró enmendarse. Su bracito pálido, con la mano como una flor abierta, insistía en asomar fuera de la tumba. Sólo cuando su madre le dio una buena tunda con una vara de avellano, el bracito se retiró otra vez bajo tierra y la prueba de que el niño había alcanzado la paz.
Los que hemos pasado por ese cementerio, sabemos, sin embargo, que se sigue asomando cuando cree que nadie lo ve. Ahora es el brazo recio y peludo de un hombre adulto, con los dedos agrietados y las uñas sucias de tierra por el trabajo de abrirse paso hacia abajo y hacia arriba. A veces hace gestos obscenos, curiosamente modernos, que los filólogos consideran dirigidos a los hermanos Grimm. (Temporada de fantasmas).
SE QUISO QUEDAR
Todos los patitos se fueron a bañar y el más chiquitito se quiso quedar. Él sabía por qué: el compuesto químico que había arrojado horas antes en el agua del estanque dio el resultado previsto. Mamá Pata no volvió a pegarle: a un hijo repentinamente único se lo trata –como es natural-, con ciertos miramientos. (La sueñera)
V
Como todo mundo sabe, es más fácil que un camello pase por el ojo de una cerradura, a que una persona -así sea un consumado escritor- logre escribir un microrrelato que sea original, creativo y sorprendente.
Las minificciones conllevan un trabajo de orfebrería en el que se logre -de acuerdo con nuestra autora-, tallar un diamante a la perfección, pero con el problema de que el material con el que se trabaja es frágil y volátil, como la palabra, cuando no deleznable, como el papel.
De ahí lo endemoniadamente complejo de ese arte.. y de ahí la inconmensurable maestría de Ana María Shua.
(Continuará)


















