El sorpresivo cambio de Marco Rubio

APUNTES PARA EL FUTURO 
Por: Essaú LOPVI 

Marco Rubio sorprendió. El Secretario de Estado de los Estados Unidos, que durante años dedicó sus discursos a golpear a México y a López Obrador, hoy se deshace en elogios hacia el gobierno de Claudia Sheinbaum al firmar un acuerdo de cooperación en seguridad que calificó de “histórico”.

No es un detalle menor: Rubio ha sido uno de los principales promotores de la idea de que nuestro país debía ser presionado, vigilado y hasta intervenido.

Que ahora hable de confianza mutua no sólo refleja un cambio de tono, también evidencia que Washington necesita más que nunca a México para contener dos problemas que desbordan su política interna: el fentanilo y la migración.

Mientras tanto, Donald Trump no suelta su narrativa. Aunque reconoce que Sheinbaum es “una excelente mujer”, insiste en que México “está gobernado por los cárteles”. Ese discurso le funciona en campaña: lo coloca como el hombre fuerte dispuesto a enfrentar a los narcos y a frenar la migración con la misma dureza con que anuncia ataques militares, como el que presumió esta semana contra una embarcación venezolana vinculada al narcotráfico.

El comunicado conjunto México–Estados Unidos suena impecable en el papel: cooperación reforzada, combate al crimen organizado, freno al tráfico de armas y drogas, eliminación de túneles, persecución de flujos financieros ilícitos e incluso campañas de salud pública para prevenir el consumo de opioides. La pregunta es la de siempre: ¿cuántas de esas promesas se traducirán en resultados reales?

La historia reciente nos enseña que lo que empieza con aplausos diplomáticos termina tropezando en la implementación.

México enfrenta instituciones debilitadas (aunque el gobierno sostiene lo contrario), corrupción en cuerpos policiales y un poder criminal que no se reduce a balazos ni a comunicados.

Que Marco Rubio hable hoy de cooperación no significa que mañana no vuelva a usar a México como blanco. Que Sheinbaum celebre este acuerdo no garantiza que los cárteles dejen de controlar territorios o que los jóvenes estadounidenses dejen de morir por fentanilo.

Lo cierto es que el acuerdo de hoy es más un gesto político que un cambio de realidad, al menos en el corto plazo. Pero hay que decirlo, en política, los gestos pesan. Le sirven a Sheinbaum para proyectar liderazgo internacional en medio de la sombra de AMLO.

Le sirven a la administración de Trump para presumir que no cede terreno frente a los carteles de la droga mexicanos. Pero para quienes vivimos entre la violencia cotidiana en México y la desconfianza hacia el vecino del norte, lo de hoy no es histórico: es apenas otro capítulo de una relación marcada por promesas.