El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*
Raúl Rocha Cantú, copropietario del certamen Miss Universo y jefe de una organización delictiva dedicada al tráfico de armas y combustibles, pudo seguir por años con su lucrativa vida delincuencial, pero en algún momento se sintió atraído por la farándula internacional.
La organización Miss Universo le ofrecía glamour, trato con personalidades atractivas, valiosos contactos para negocios y la oportunidad de rodearse de la belleza del mundo. Además, podía presumir ciertos nexos con una selecta minoría, pues uno de los dueños anteriores del Miss Universo fue el actual presidente de Estados Unidos. Nada mal.
Pero todo tiene un precio. Al colocarse en medio de los reflectores dejó a la vista su lado oscuro y perdió el camuflaje que lo mantuvo impune durante años. Sin ese error táctico allí seguiría, vendiendo armas, distribuyendo combustible ilegal y lavando dinero en sus casinos. Quizás nunca habríamos escuchado de él, como ocurre con muchos jefes delictivos que andan por aquí y por allá.
Debió mirarse en el espejo de los mafiosos norteamericanos y europeos, que viven con modestia mientras controlan sus organizaciones. En efecto, cuando se descubre la vida de un jefe mafioso clásico se aprecia que sus centros de operación estaban diseñados para pasar desapercibidos: un taller mecánico, un café, un modesto restaurante, un club. Algunos hasta viven en barrios populares y ocupan un modesto departamento. Es el precio a pagar por el poder ilegal.
Quienes quieren ser mafiosos y algo más (personajes sociales, políticos o mediáticos) se ponen en riesgo y exponen la organización a la que pertenecen.
Un ejemplo es elocuente: un mafioso neoyorquino, Joe Colombo, se sintió en algún momento líder cívico y político creando una liga dedicada para defender los derechos de los italoamericanos. Andaba haciendo un escándalo por todos lados. Hasta presionó a la producción de la famosa película El Padrino, por considerarla lesiva a la imagen de los italianos.
Era un gangster que protestaba por el estereotipo gansteril, un mafioso que no admitía que se les llamara mafiosos a sus paisanos italoamericanos. Todo bien, hasta que las familias neoyorquinas se hartaron y lo suprimieron (sicario afroamericano de por medio) durante la celebración de un famoso mitin por el “Día de la Unidad Italiana”.
La historia lo demuestra: todo el mafioso que sale del anonimato es suprimido por sus socios o es encarcelado por hacerse el evidente.
Raúl Rocha debió leer un poco más de historia.
Un paréntesis: felices fiestas a mis lectoras y lectores. Que la reflexión sobre el significado de la Navidad nos acompañe todo el año.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.


















