El baile y el malabar

Columna Sedentaria
Por: Avelino Gómez

Recuerdo, con falsa nostalgia pueblerina, los días en que nuestros gobernantes paseaban a caballo por las calles de Colima. Las cabalgatas les servían para entretenerse y entretenernos. Eran días de gloria y vergüenza, de candor y bosta.

En ese entonces la política estatal era un espectáculo. Todavía lo es, pero con diferente partido. Y si bien no es una transformación, al menos es un cambio. Hay quienes dicen que no. Que en realidad Morena es lo mismo que el Pri, pero con políticos aprendices, insulsos, que quieren parecerse a los de antaño.

Y algo de razón tendrán. Basta darse una vuelta por las redes sociales de quienes hoy representan el gobierno. Veanlos: nomás les  falta montarse en un caballo para llamar la atención.  Veanlos: también les gusta dar función, entretener, representar algo.  De alguna u otra manera quieren hacerse notar. Los más comodinos y facilistas suben fotografías donde aparecen al lado del presidente Andrés Manuel —a quien le sienta bien su aura de priista azucarado— para implorar aceptación.

Sí, es un cambio. Pero otras caras, mismos males. Se da por hecho que las problemáticas de gobierno siguen y seguirán. Algunas tendrán solución, otras empeorarán. Mucho dependerá de lo que estos nuevos gobernantes, legisladores o funcionarios —como los pasados—  quieran o no quieran hacer. De lo que pueden o no puedan. De sus talentos o limitantes. De sus filias y fobias.  Uno espera que lo transcurrido, en estos primeros meses de gobierno, no sea muestra de lo que vendrá el resto del sexenio.

Porque política y espectáculo siguen de la mano. Ya no montan a caballo para entretenerse y entretenernos. Ahora declaman, proclaman, posan, ensayan; actúan la versión infinita de un mismo personaje.  Cantan, hacen malabares, bailan al son de su cantaleta: “todos los problemas son la herencia de los gobiernos anteriores”. Y, francamente, se llega a un punto donde la cancioncita, el baile y el malabar, también cansan. Hoy, como entonces, tenemos días de gloria y vergüenza, de candor y bosta.