EL 26 DE AGOSTO MATARON AL PRIMER GOBERNADOR DE COLIMA

EL 26 DE AGOSTO MATARON AL PRIMER GOBERNADOR DE COLIMA
Por: Noé GUERRA PIMENTEL

En R. Almada, Francisco. Historia, Geografía y Biografías del Estado de Colima. 1939., sabemos que, desde mediados de agosto de 1857, Tomas Cepeda, andaba alebrestando en el rancho de San Joaquín.

El Gobernador Álvarez envió un oficial con 15 soldados para que, de acuerdo con el juez, sometieran al orden. Contagiados por el fanatismo religioso, varios efectivos del batallón Comonfort, en secreto, renegaban contra el gobierno liberal en ciernes; detectados, fueron amonestados y dados de baja, entre ellos, los oficiales Mariano Véjar y José G. Rubio; aunque ocultos se movían el general Francisco Ponce de León y el coronel J. María Mendoza.

No obstante, los untos y acuerdos del gobernador y el padre Vargas de la tarde del día anterior; a las 14 horas del miércoles 26 de agosto de 1857 estalló el motín de Colima, lo encabezaron Véjar y Rubio, quienes fueron secundados por excompañeros de su batallón; inició en el hospital donde fue sorprendida la guardia encabezada por el tnte. Felipe Silva; no hubo sangre, pero sí desorden y deserción, lo que permitió que se apoderaran del cuartel y de la cárcel de la que liberaron más de 100 reos. Al ser enterado, el gobernador Álvarez salió de su casa ubicada en la esquina de las actuales 5 de mayo y V. Carranza, le siguieron el secretario de gobierno, Antonio Rodríguez, y el secretario privado, Francisco Santa Cruz, escoltados por policías.

Al desembocar frente a la plaza del jardín de La libertad, en la esquina de la Mercería de piedra, sonó un solo disparo, con su 1.90 de estatura el gobernador cayó de bruces, fulminado; sorprendidos, todos corrieron dejando ahí tirado al primer mandatario estatal, momento en que se soltaba un fuerte aguacero. Los presos liberados se desbandaron en tropelías por la ciudad vandalizando. Béjar y Rubio se apersonaron con Ponce de León y Mendoza para que se hicieran cargo, se negaron; buscaron al coronel José Washington de Velasco, jefe conservador, pero ajeno al hecho, quien de inmediato se hizo cargo con un drástico decreto: 1º. Se declara estado de sitio. 2º. Pena de muerte a quien robe o mate. 3º. Que abandone la ciudad quien no esté de acuerdo. Washington, restableció el orden.

Mientras tanto, los liberales Liberato Maldonado y Francisco Vaca, salieron rumbo a Zapotlán bajo el amparo del coronel Fulgencio Hinojosa, donde levantaron adeptos en los pueblos de la región y con un núcleo de 150 hombres para situarse en las barrancas de Beltrán y Atenquique. Entre estos venían veintitantos hombres del batallón Comonfort que se vinieron siguiendo a Maldonado, se les incorpora enseguida el mayor Gregorio Contreras con 200 hombres y todos ellos se sumaron a la Brigada enviada de Guadalajara por el Gobernador Parrodi, al mando del general José Silverio Núñez a someter a los levantados en Colima.

Washington mandó a Tonila sus parlamentarios, quienes, sorprendidos, fueron apresados por las fuerzas del coronel Hinojosa. Washington y Núñez platicaron en el rancho El Trapiche sin tener acuerdos, el primero entregó la plaza sin resistencia. La entrada de las fuerzas liberales fue el 7 de septiembre a las 6 de la tarde. Los insurrectos se desbandaron rumbo a la villa de Almoloyan (Villa de Alvarez), donde se dedicaron al saqueo y al atropello del vecindario, el general Núñez personalmente atendió la emergencia restableciendo de inmediato el orden, luego de causarles 3 bajas, algunos heridos y hacerles 25 prisioneros.

El día 8, por bando, el general Núñez previno que a quienes ocultaran a culpables o sospechosos de la asonada del 26 de agosto, se les juzgaría como cómplices. Ponce de León y Mendoza, fueron perdonados por Comonfort. Rubio y Véjar fueron fusilados y los tribunales de Justicia impusieron penas de 10 a 4 años de cárcel a los responsables, según su comprobado protagonismo en el fatídico evento del asesinato del general Manuel Álvarez. En Colima inició la guerra de reforma. Zamacois, en México a través de los siglos; Galván; Portillo y Weber, Rodríguez y otros autores atribuyen la autoría intelectual a Ponce de León y Mendoza, solo Vizcarra lo atribuye a Véjar y Rubio.