¿De qué paz hablamos? La doble moral detrás del Nobel a María Corina Machado

ESPUMA DE MAR 
Por: Mariana Lizett PÉREZ OCHOA

María Corina Machado es la principal líder opositora al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Durante años ha encabezado una lucha pacífica por la democracia, los derechos humanos y la restauración del orden constitucional en su país. A lo largo de su trayectoria ha sido inhabilitada políticamente, amenazada y perseguida, sin abandonar su compromiso con una transición democrática.

Recientemente, Machado se convirtió en la primera mujer venezolana y la segunda latinoamericana en recibir el Premio Nobel de la Paz, un reconocimiento que muchos han descrito como “oxígeno puro contra la dictadura”. El galardón fue otorgado por su labor en defensa de los derechos democráticos del pueblo venezolano y su esfuerzo por promover un cambio político pacífico.

Como latinoamericana, me enorgullece que una mujer de la región, que ha enfrentado de manera firme a un gobierno autoritario, sea distinguida por su valentía y compromiso. La lucha por la democracia en Venezuela nos toca de cerca: es una herida regional que compartimos en el continente.

Sin embargo, este reconocimiento también ha generado debate. El movimiento de Machado, con claros tintes de derecha, es visto como una respuesta social a la ideología chavista y al agotamiento del modelo de izquierda autoritaria representado por Maduro. Pero su discurso y sus alianzas políticas plantean interrogantes sobre el significado mismo del Premio Nobel de la Paz.

Machado ha expresado abiertamente su respaldo al gobierno de Israel, su cercanía con el presidente estadounidense, y ha anunciado que, de llegar al poder en Venezuela, trasladaría la embajada venezolana de Tel Aviv a Jerusalén, lo cual  representa una postura política fuerte, que rompe con el consenso internalacional, respaldar que la “tierra prometida” le pertenece a Israel, lo que ha sido causante de esta guerra histórica contra el pueblo palestino. Además, tiene una postura que la alinea con líderes como Javier Milei en Argentina o Jair Bolsonaro en Brasil, y que resulta profundamente controvertida en el contexto del conflicto palestino-israelí.

Las críticas no tardaron en llegar: ¿cómo puede una ganadora del Nobel de la Paz respaldar a gobiernos implicados en guerras y violaciones a los derechos humanos? ¿Hasta qué punto la defensa de la libertad en Venezuela puede coexistir con el silencio ante la violencia en Palestina?

Vale recordar que la elección de los ganadores del Nobel de la Paz recae en el Comité Noruego, cuyas decisiones, aunque simbólicamente poderosas, no están exentas de presiones ideológicas y de una visión occidental de la paz.

La lucha venezolana no debe perder relevancia internacional, es justa y necesaria, pero también es necesario cuestionar las incongruencias éticas detrás de los reconocimientos globales. Hoy más que nunca, me pregunto si premios como el Nobel realmente celebran la paz o si funcionan como herramientas de legitimación política.

¿Existen pretensiones geopolíticas detrás de cada galardón? ¿O es simplemente que la paz, en el discurso internacional, se ha vuelto un concepto ambiguo, moldeado según los intereses de quien la define?

Mi pregunta para ti es: ¿las causas justifican los medios?