El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*
Suele decirse que “dato mata relato”, es decir, que la consistencia de los datos, por su naturaleza fría, real o objetiva, resulta superior a la etérea estructura narrativa, que puede ser cálida, irreal y subjetiva.
Quisiera creer que es así, pero la realidad (terca como suele ser) afirma lo contrario.
Los relatos suelen imponerse frente a los datos o quizás sea que, dichos relatos, tan fácilmente comprensibles, tiene el poder de oscurecer a las cifras, tan reactivas a la mentalidad del ser humano común.
En efecto, los relatos, en lugar de morir, se afirman en la mentalidad social, más allá de orígenes étnicos, niveles educativos o ingresos económicos de los individuos involucrados. De hecho, para que un dato pueda ser comprensible con facilidad requiere del poder del relato. De otra forma se vuelve simple material para los especialistas.
Quizás los orígenes de nuestra especie sean los culpables: aprendimos a convivir en sociedad escuchando relatos frente a la hoguera, no sacando cuentas con el ábaco.
En fin, compruebo con facilidad el poder del relato y la deficiencia de los datos cuando observo el impacto de las narrativas gubernamentales. Tenemos el caso de Andrés Manuel López Obrador, tan eficiente en la construcción de su narrativa, de su discurso de legitimación, que sigue imponiéndose en la opinión pública, aún frente a los más veraces datos que arroja su administración.
Podría decirse que la evidencia no le hace mella alguna a su amasijo de palabras.
Es cierto que existen algunas tendencias fanáticas en toda sociedad y que es posible que en la mexicana tal predisposición se acreciente, pero eso no explica en su totalidad una narrativa construida al margen de los golpes de la realidad.
Todos tenemos amigos o amigas que pueden pasar por inteligentes y documentados, incluso bien instruidos, pero cuando se enfrentan a las cifras y los datos emanados de la administración de López Obrador parecen negar a la realidad. Ni siquiera se molestan en discutir lo que se ofrece a la vista: simplemente le dan la espalda.
Si se les presentan las evidencias del dramático endeudamiento heredado por la administración de AMLO, que casi duplica la que recibió al inicio, la respuesta es que los datos están equivocados, aunque sean oficiales.
Si se les muestran los escandalosos casos de corrupción de los últimos años, es decir, los de Segalmex y el penoso contrabando de combustibles (o “huachicol fiscal”) la respuesta es apenas un encogimiento de hombros.
Si se exponen las evidencias del despilfarro de recursos frente al Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, la llamada megafarmacia o cierta línea aérea, la respuesta es que se trata de difamaciones.
Y cuando aparecen los nombres de los hijos del expresidente y su red de jugosos negocios las expresiones son de franca incredulidad.
El poder del relato en manos de un gran manipulador sigue destruyendo los datos a la vista.
Quizás sea algo inevitable.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.


















