#CrónicasMaternas: la paz que sigue del caos

Hoy no tengo mucho que decir. Han sido días tranquilos, sin mocos, ni vómitos, ni fiebre ni nada súper relevante.

Hay semanas así, tranquilas, en paz, donde hasta podemos salir a comer a un restaurante, sin llantos, ni berrinches, ni demanda extra de chichita. Días que parecen meses de tanta paz (o porque son enero).

Después del caos de la gastroenteritis, la Infanta Jaguar recuperó su apetito de modo claro. Ese día fuimos a cenar tacos con el Rey David y ella se echó todo el pico de gallo, media tortilla y un poco de queso.

Al día siguiente desayunó una quesadilla y jitomate, comió pollo con arroz y cenó avena con plátano. Todo ha vuelto a la normalidad y su apetito se hace más voraz con el tiempo.

Estos días también se puso un poco chipilona. No sé si es la crisis de los dos años, el rescoldo de la enfermada o que le brinca la independencia (no quiero saber qué pasará en su adolescencia).

En realidad desearía que los días se extendieran así, calmos. A lo mejor es el mismo universo diciendo “ya les tundimos mucho estos días, vamos a dejarlos descansar” o no sé.

Deseo que todas aquellas personas que me leen puedan tener días así, tranquilones, felices, guapachosones.

La vida con bebés es agitada, debes estar preparados para todo, tener un plan A, un plan B y, también, aprender a sacar planes emergentes del bolsillo para mantener la situación bajo control.

Por otro lado, aquellos que gustamos del control y organización, también debemos lidiar con el “aprender a soltar” y entender que con bebés NADA se puede controlar.

En fin. Breve como dije, les dejo una cancioncita que me tiene loca en estos días porque a la Infanta le mola demasiado, peeero, tiene cierta lógica.

Es la canción de Moana donde (spoilertalert) descubre que sus ancestros son viajeros. Se llama “Saber volver” y la canta Rubén Albarrán de Café Tacvba.

Digo que tiene lógica porque la final se trata de volver al principio: al ser niños y niñas, aprender a leer el entorno para encontrar el camino a nosotros mismos y a aquello que guardamos con el tiempo, nuestra propia infancia.

Besos calmados y abrazos fuertes.