Uno de los grupos de aves más notorio de la avifauna nacional, especialmente por su tamaño y colorido, lo conforman los colibríes,
chuparrosas o chupamirtos.

Todos ellos se agrupan dentro de la familia Trochilidae, endémica del continente americano, que cuenta con alrededor de 350 especies en total.

Tradicionalmente se ha considerado que los colibríes se encuentran emparentados con los vencejos (un grupo de aves semejante a las golondrinas) en el orden Apodiformes, gracias a las evidencias proporcionadas por su anatomía, especialmente la estructura de sus patas y alas.

Sin embargo, de acuerdo con estudios taxonómicos recientes que involucran técnicas de hibridación del ADN, se les ubica dentro de órdenes separados, aunque emparentados.

Aunque se distribuyen desde Alaska hasta Chile, la mayor diversidad de especies se encuentra en la región tropical. Por ejemplo, en el Ecuador existen 163 especies, 135 en Colombia, 57 en México, 51 en Costa Rica, 19 en el Caribe y solamente cuatro en Canadá. Contra lo que pudiera suponerse, el espectro ecológico de los colibríes es muy amplio, pues se les puede encontrar desde el nivel del mar hasta los picos más altos de las montañas, como en los Andes ecuatorianos, donde se han registrado a los 4 mil 500 metros sobre el nivel del mar.

Habitan en gran diversidad de ambientes que van de las selvas húmedas a los bosques templados, las zonas costeras, los desiertos y algunos dentro de las ciudades. Sin embargo, cada una de las especies tiene requerimientos ambientales particulares, y muchas de ellas solamente se encuentran en áreas geográficas muy limitadas.

La conducta migratoria de los colibríes es un hecho conocido. A pesar de su pequeño tamaño, algunas especies migran grandes distancias hacia los terrenos de invernación durante el otoño, y de regreso a ellos en primavera. Por ejemplo, Archilochus colubris (el colibrí gorjirrubí) recorre en ambos sentidos la distancia desde México y Centro América hasta el este de los Estados Unidos, y se piensa que puede volar sin parar 800 km al
cruzar el Golfo de México; mientras que Archilochus colubris (el zumbador rufo) migra aproximadamente 3 mil 500 km desde el sur de México hasta Alaska.

Varias de sus características hacen de los colibríes unas aves interesantes de conocer y observar. Particularmente su ya mencionado tamaño, que hace a algunos de ellos las aves más pequeñas de todas, llama poderosamente la atención. La mayoría de ellos pesan alrededor de 4 a 6 gramos y miden de 10 a 13 cm.

Otra de las características más importantes y llamativas de estas aves es la peculiar coloración y ornamentación del plumaje. Su plumaje es iridiscente, con hermosos reflejos metálicos, y muchas veces adornado de crestas y plumas alargadas en el cuello y cola, lo que ha producido que sus nombres comunes, sobre todo en inglés, lleven palabras como gema, topacio, zafiro y esmeralda.

Las plumas están constituidas por capas de queratina, una proteína transparente, que produce diferentes tonalidades debido a la presencia de pigmentos -generalmente melaninadentro de la pluma y la refracción de la luz a su paso por las diferentes capas. En general, los colibríes tienen el cuerpo color verde brillante, aunque otros colores son muy frecuentes. En muchas especies existe un dimorfismo sexual notable en el plumaje, aunque otras no lo poseen.

Las crestas y plumas de la garganta que presentan los machos, o ambos sexos en algunas especies, presentan toda una variedad de tamaños, tonalidades y colores.

El particular vuelo de los chuparrosas

No existen otras aves capaces de volar en todas direcciones, incluso hacia atrás, y mantenerse volando estáticas en un lugar. Esto lo consiguen gracias a una serie de características del esqueleto, como es la reducción del tamaño de los huesos del brazo, la gran extensión de la quilla del esternón, y el desarrollo notable de la musculatura pectoral.

Los brazos son básicamente rígidos, en conjunto con los fuertes músculos del pecho y el dorso, pueden empujar el aire en diferentes direcciones, produciendo las puntas de las alas la forma de un ocho, y mantenerse en el mismo punto, avanzar o retroceder con facilidad.

Además, los aleteos que producen, de hasta 80 veces por segundo, les dan su característico vuelo, que además produce un zumbido muy peculiar.

Estas pequeñas máquinas requieren alimentos de gran contenido de energía y alimentarse frecuentemente, para poder mantener su alta temperatura corporal (alrededor de 40º C). Los colibríes se alimentan principalmente de néctar, aunque su dieta se complementa con insectos y arañas que recogen en las mismas flores o en el aire. Extraen el néctar de la flor por la corola, y para ello presentan ciertas peculiaridades en el pico y la
lengua.

El pico es como un popote igual de ancho en la base que en su parte distal. La lengua es muy larga, a veces del doble de largo que el pico y la tiene enrollada en la cabeza asociada a músculos que permiten sea extendida al momento de alimentarse. La lengua en su parte distal es bifurcada, y al momento de alimentarse se une en forma tubular y el néctar es absorbido por capilaridad. Los picos de los colibríes son un prodigio de adaptación; muchos de ellos se alimentan de flores muy específicas, por lo cual han evolucionado paralelamente a su alimento, lo cual se refleja en la forma del pico.

Esto nos sirve para entender también uno de los principales papeles ecológicos de este grupo, como polinizadores.

Los chupamirtos presentan una gran diversidad de especies en México. En la actualidad se reconocen alrededor de 57 especies en nuestro país, según la Asociación de Ornitólogos Americanos (A O U). Sin embargo, probablemente el número sea mayor, debido a que existe una carencia importante de estudios taxonómicos de este grupo. Nuevas revisiones que se están realizando sugieren que quizás sean alrededor de 65 especies en México, lo que representaría cerca de 20% de los colibríes de América.

Texto tomado de Biodiversitas Boletín bimestral de la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad