CARTA ABIERTA A INDIRA VIZCAÍNO

CARTA ABIERTA A INDIRA VIZCAÍNO,
GOBERNADORA CONSTITUCIONAL DEL ESTADO DE COLIMA.

Gobernadora,

No sé si el término “estimada” le corresponda, porque en este momento no hay estima, sólo dolor, rabia y cansancio.

Colima se desangra, y usted parece no darse cuenta —o peor aún— parece haberse acostumbrado a ello. Este Estado hermoso, noble, pequeño pero grande en corazón, se ha convertido bajo su administración en un territorio tomado por la violencia, la impunidad y el miedo.

Nos están matando. Nos matan en las calles, en las casas, en los bares, en los caminos rurales. Nos mata la indiferencia, nos mata la corrupción, nos mata el silencio cómplice de quienes deberían protegernos. Y mientras tanto, su gobierno parece vivir en otro mundo, uno donde la propaganda sustituye a la justicia y los discursos vacíos reemplazan la acción.

El asesinato brutal de Gaby Mejía no fue un hecho aislado, fue una advertencia del horror que habitamos. Gaby no era un número, era una mujer viva, alegre, con sueños, con futuro. Su muerte es también su responsabilidad, Gobernadora. Porque quien gobierna y no protege, quien sabe y no actúa, quien promete y no cumple, es cómplice por omisión.

No queremos escuchar más que esto es culpa de los gobiernos anteriores. Ya basta de ese discurso gastado. El presente es suyo. Las decisiones, las omisiones y los fracasos son suyos. Lo que vivimos hoy no es una herencia, es una consecuencia directa de su manera de gobernar: tibia, desconectada y cada vez más lejana de la realidad que vive el pueblo.

Y no sólo nos duele la violencia en las calles: también duele la violencia desde el poder. Sabemos de funcionarios que abusan de su cargo, que acosan, que intimidan, que usan su puesto como escudo para pisotear a otros. Eso también es violencia, Gobernadora. Y cuando el poder se convierte en instrumento de acoso o de impunidad, el gobierno entero pierde legitimidad. No queremos funcionarios así. No queremos prepotencia disfrazada de autoridad ni discursos feministas usados para tapar abusos. Queremos ética, respeto y justicia.

Colima no necesita más comunicados; necesita resultados. Queremos investigaciones reales, no pantomimas. Queremos que las víctimas sean escuchadas, que sus familias encuentren respuestas, que los culpables sean castigados sin importar su apellido ni sus conexiones políticas. Queremos que el miedo deje de ser el modo de vida cotidiano.

Gobernadora, usted tiene nombre y rostro, y detrás de cada asesinato también hay nombres y rostros. No son cifras para el informe ni material para sus redes. Son vidas que se pierden porque el Estado no cumple su deber más básico: proteger.

La sociedad colimense no olvida. Estamos hartos. Hartos de las excusas, de la soberbia, del maquillaje político. Y se lo digo con toda claridad: en las próximas elecciones nos veremos las caras en las urnas. Allí hablaremos, allí se medirá el peso de la memoria. Cada voto será una respuesta al abandono, al miedo, a la sangre derramada.

No pedimos milagros, pedimos justicia. Pedimos que la muerte deje de ser la política de Estado. Pedimos que se gobierne con dignidad, con valentía, con conciencia del dolor que se respira. Gaby Mejía no debería estar muerta. Pero lo está. Y su nombre quedará como una herida que no cerrará mientras usted siga mirando hacia otro lado.

Colima llora, pero también se levantará. Y le advierto: no habrá olvido.

 

Atentamente,
Juan Carlos Recinos