CAMINO DE MIRAFLORES DE ABELARDO AHUMADA

CAMINO DE MIRAFLORES DE ABELARDO AHUMADA
Por Juan Carlos RECINOS

Abelardo Ahumada es, ante todo, un observador meticuloso, un artesano del detalle y la memoria que encuentra en lo cotidiano el reflejo de lo eterno.

Camino de Miraflores no es solamente una crónica o un testimonio histórico, sino una obra que se construye desde una mirada precisa, casi quirúrgica, que escudriña con respeto y amor cada instante, cada rostro, cada aroma que forma el tejido viviente de Colima. Este libro es un homenaje a esa energía viva que palpita en el caminar silencioso de la gente común, en el susurro del viento entre los árboles, en el sabor y olor que habitan las calles y las cocinas.

La importancia de Camino de Miraflores en la historia literaria y cultural de Colima radica en esa capacidad única de Ahumada para transformar la historia en experiencia sensorial y reflexión profunda. La obra despliega un puente entre pasado y presente, pero no un puente cualquiera: es un puente tejido con hilos de luz, silencio y memoria, que invita al lector a transitar por un paisaje que no se limita a la geografía, sino que se extiende hacia las raíces mismas del ser y del tiempo.

En este libro, la mirada es el motor que impulsa la narrativa. No se trata de una mirada pasiva o superficial, sino de un acto consciente y delicado, que recoge detalles mínimos para dotarlos de significado. Ahumada observa la textura de la tierra, el temblor de las hojas al caer, el modo en que la luz juega con las fachadas antiguas. Pero sobre todo, mira a las personas: a quienes caminaron el sendero antes, a quienes lo recorren ahora, a aquellos que con sus manos y sus sueños dieron forma a un Colima que resiste y se reinventa. Esa mirada es profunda porque sabe escuchar el silencio y descifrar en él la historia no dicha, la memoria que no se ha escrito, pero que sigue viva en el aire y en los gestos.

El silencio, en Camino de Miraflores, no es ausencia, sino presencia intensa. Es el espacio sagrado donde se guarda la memoria, donde los ecos de las voces pasadas aún resuenan. Ahumada respeta el poder del silencio y lo utiliza como contrapunto a la palabra, otorgándole un peso equivalente. En ese silencio, el lector puede sentir la calma antes de la tormenta, la pausa necesaria para que la memoria se despliegue y para que los sentidos se agudicen. Es un silencio lleno de vida, que contiene la esperanza, la melancolía y la sabiduría de los que han caminado ese mismo camino.

El acto de caminar aparece en la obra como una metáfora recurrente y poderosa. Caminar es estar presente, es recorrer el tiempo y el espacio con los sentidos abiertos, con la conciencia atenta a cada detalle. No es un movimiento mecánico, sino un ritual de presencia y reconocimiento. Cada paso en Camino de Miraflores es una afirmación de la existencia, un testimonio de que la historia se construye con la huella de los pies, con la respiración de quienes habitan la tierra y la cultura de Colima.

Los olores y sabores son también protagonistas silenciosos en esta obra. Ahumada nos hace partícipes de la riqueza sensorial de su mundo: el aroma a tierra mojada, a hierbas silvestres, a la comida casera que reúne a familias y tradiciones. Estos elementos se integran a la narrativa con la delicadeza de un pintor que mezcla colores, dándonos la sensación de estar allí, inmersos en la atmósfera tangible y emocional del lugar. En estos detalles reside la magia del libro: la capacidad de transformar lo ordinario en sagrado, de mostrar que en los sentidos se guarda la memoria más auténtica.

En la figura de Abelardo Ahumada como autor, descubrimos a un creador comprometido con la exactitud y la belleza. Su mirada, precisa y paciente, reconstruye con amor y rigor los acontecimientos y las escenas, sin caer en la nostalgia vana ni en la idealización. La recreación es hermosa porque es verdadera, porque surge de un profundo respeto por la historia y por la gente que la hizo posible. Ahumada es, en este sentido, un testigo excepcional que sabe dar voz a lo silente y visibilidad a lo invisible.

La obra se inscribe, entonces, en una tradición literaria que entiende la escritura como acto de presencia y de trascendencia. Camino de Miraflores no es solo un relato histórico o un libro de memorias: es un ensayo poético y místico, una meditación sobre el tiempo, la identidad y la pertenencia. Ahumada se adentra en las capas profundas del ser colimense, desentraña la madeja compleja que une pasado y presente, naturaleza y cultura, memoria y realidad.

En última instancia, Camino de Miraflores es un acto de amor. Amor hacia Colima, hacia su gente, hacia sus paisajes y tradiciones, pero también amor hacia la palabra y el silencio. Abelardo Ahumada nos regala un espacio donde la historia se escucha con todos los sentidos y donde el caminar, la mirada y la contemplación se convierten en caminos hacia la verdad y la belleza. Este libro es un testimonio vibrante de que la literatura puede ser un puente, no solo entre tiempos y lugares, sino entre almas, un puente que invita a reconocernos y a sentirnos parte de algo más grande y más profundo.