BUSCANDO LA PAZ

Por Ruth Holtz*

Desde siempre los seres humanos hemos buscado la paz, pero al mismo tiempo somos unos seres de guerra. Es decir, tenemos ciertas debilidades de carácter que nos llevan a romper la unidad con los demás y a combatir unos con otros. Estamos acercándonos a las fechas navideñas y comenzamos a cantar canciones como Noche de Paz y a estar hablando de unión y de fraternidad. En realidad aunque deseamos la paz, tenemos actitudes que debemos domar dentro de nosotros mismos para poder mantenerla y sentirla en nuestro corazón. No sólo se trata de algo externo, sino de también sentirnos tranquilos y en un estado de aceptación benévola de lo que sucede.
Todos tenemos dificultades para domar nuestro carácter. De hecho en la psicoterapia que ofrecemos no sólo nos enfocamos en trabajar con nuestras heridas de infancia, con lo echado a perder en nuestros padres en nosotros y cómo afecta eso nuestra forma de echar a perder nuestras relaciones, sino que también necesitamos reconocer nuestras debilidades de carácter y el manejo inteligente de nuestras emociones.

El carácter está formado de varias áreas, algunas modificables, otras no. Pero ciertamente la zona denominada “ego”, orgullo o importancia personal es de las más difíciles. Y es en esta área que más guerra producimos y en la que más nos alejamos de la paz que supuestamente buscamos. Veamos algunas reacciones de nuestro orgullo cuando hacemos guerra:

“Cuando quiero tener razón a como dé lugar” lo primero que hacemos es automáticamente decirle al otro que “no tiene razón”. Y claro, la otra persona seguramente que no le gustará siempre hacerle de tonto, quedarse mudo ante lo que él considera como verdadero o importante desde su punto de vista y tampoco querrá perder. Podemos olvidarnos de la paz con tal de tener razón.

“Cuando quiero imponer mi voluntad o tener el control de las cosas”, dejando al otro en una posición subordinada, como teniendo que seguirme o obedecerme cuando puedo no querer hacerlo. Y allí se impone la guerra por encima de la paz, otra vez.

“Cuando me ofendo porque lo que hiciste me lastimó”, y a veces puede en efecto ser algo grave o a veces puedo pasarme de delicado o de susceptible con el fin de imponer mi punto de vista o responsabilizar a la otra persona de mi estado de ánimo. Y entonces la otra persona no se va a dejar poner en la banca de los acusados. De nuevo hemos renunciado a la paz con tal de hacer pagar a quien nos lastimó.

“Cuando quiero lo que es tuyo y te lo arrebato, no respeto tu lugar, tu posición”. La competencia, la envidia, los celos son emociones que pueden llevarnos a la guerra porque nos volvemos posesivos, porque queremos tomar algo como único para nosotros y como toda competencia alguien queda arriba y alguien abajo, alguien lo logra y alguien pierde. Eso no lleva a la paz, sino al conflicto y a la desunión.

Reconocer que la paz es posible si aceptamos manejar las debilidades de nuestro carácter de manera más óptima. Cuando optamos por otros valores, como la unión, la concordia y la mutua cooperación, en vez de la competencia, la rivalidad, o el tener razón. Implica manejar nuestra susceptibilidad y negociar nuestras necesidades afectivas de una manera cordial, no impositiva, así como renunciar a ser “importante”. Todos lo somos. En fin, todo esto se trabaja con el tiempo, creciendo y madurando en un proceso psicoterapéutico profundo y comprometido. Formar nuestro carácter, más bien reformarlo no es cosa fácil.

* Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas, días y horas hábiles a los tels. 3 30 72 54/044312 154 1940
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