Aura contará una historia

Crónica sedentaria
Por: Avelino GÓMEZ

En el vientre de su madre. Ahí la vi por primera vez. A Aura. Fue hace años. Aura no recuerda aquellos días. Cuando su madre la paseaba en el vientre. Por las calles de Colima. Por los pasillos de la universidad. Por las banquetas de Manzanillo. Y un día nació. Aura. Y entonces empezó a caminar. A pasearse por el mundo por sí sola. Por las calles de Colima. Por las banquetas de Manzanillo. Por los pasillo de la universidad.

Ya pasaron los años. Aura creció. Tomó la misma edad y estatura de quien la cargó en su vientre. Y un día, recién, la vuelvo a ver. La encontré frente al mar. En Tecomán. Haciendo equipo de trabajo con gente que ama lo que hace. Es decir, con un lindo enjambre de locos geniales. Jóvenes todos. Haciendo cine. Intentando con todo el corazón hacer cine. Y ahí, con ellos, estaba Aura.

Porque Aura ama el cine. Y más concretamente ama hacer documentales. Ama contar historias de personas que merecen y deben ser contadas. Que urgen contarse frente a una cámara. Que es lo mismo a decir frente a los ojos de todos. A estas alturas, Aura ya ha contado dos o tres. Una de ellas fue la de Sergio. Sergio Uribe. El imbatible reportero de policíacas.

Pero en estos días, cerca del mar de Tecomán, Aura estaba vibrando. A su ritmo. Vibraba junto al enjambre de locos geniales del que hablo. Aura y todo los demás. Vibraban. Cada uno haciendo lo que debía. Lo que sentía hacer. Una cámara al hombro que volaba en el aire. Un micrófono en alto como estandarte de batallas prometidas. Reflectores, luces y cables puestos en el lugar preciso. Y Aura, cerca de ese epicentro, esperaba con paciencia la miel que destilaba ese enjambre de locos del que otra vez hablo. Cine en crudo. Eso es lo que llegaba a las manos de Aura. Planos. Tomas. Escenas. Secuencias recién rodadas llegaban a las manos de Aura. Para que las resguardara. Data manager, esa era la función de Aura. Que es como decir que resguardaba el oro y la plata de ese enjambre —otra vez lo digo— de locos.

Y mientras el oro y la plata se creaba en una cámara, es posible que el corazón de Aura siguiera floreciendo con su próximo documental. El que hará en unas semanas más. Ella, con una cámara, un micrófono, luces, cables. Porque Aura ama hacer documentales, ya lo he dicho. Esta vez contará una historia tan necesaria como dolorosa. Y yo veo a Aura tan valiente, tan decidida. Entonces le pregunté cómo hará para contar una historia así. Aura me miró y algo dijo. Algo. Que tiene sentido. La escuché hablar con pausada emoción de ese documental. Su documental. Que también será de todos. Que será como el reventar de las olas del mar. Del mar de Manzanillo. De ese puerto cuyas banquetas recorrió, antes de nacer, desde el vientre de su madre. Y que seguirá caminado. Por sí misma caminando. Para contar una historia que, en Manzanillo, todavía nos duele. Aura contará esa historia. Que es necesario contar. Y quiero pensar que ese enjambre de locos geniales. Que hacen cine en Colima. Habrán de hacerla fuerte. Así como ella, en estos días en Tecomán, los hizo fuertes. Atención. Aura contará una historia.