Atisbos

El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*

Es posible anticiparse al futuro, pero se hace necesario observar los signos del presente. Se dice que Nostradamus podía capturar las imágenes del porvenir mirando una vela flotando en el agua, pero no es necesario poseer tan extraño talento. Es suficiente con la justa interpretación de lo que existe para intuir lo que sucederá.

No es difícil imaginar, por ejemplo, que el puerto de Manzanillo seguirá lastimando el futuro de los manzanillenses y los colimenses en general, sobre todo si siguen evitándose las inversiones que le den viabilidad al transporte y aseguren un adecuado margen de circulación y bienestar a las familias.

Las inversiones portuarias, históricamente, se concentran en mejorar al transporte de carga, posponiendo la atención necesaria a la sociedad y al destino turístico. No debería olvidarse que, al lado del Manzanillo-portuario, existe otro, el Manzanillo-turístico y uno más, el Manzanillo-hogar, el de las familias que lo habitan de forma cotidiana. Desde hace muchos años se privilegia el Manzanillo-portuario en detrimento de los otros dos.

El desequilibrio los tres Manzanillo es evidente: el puerto se consolidó como uno de los más importantes del país, quizás el más importante. Además, según lo dicho por la presidenta Sheinbaum, es el tercero de América Latina. Por desgracia, al lado de ese éxito económico, el turismo quedó reducido al concepto “resort”, es decir, el constreñido a instalaciones autónomas, pues no existen inversiones turísticas que brinden atractivos adicionales a los visitantes. Sólo queda llegar y permanecer encerrados. Del Manzanillo vinculado al concepto del hogar es mejor ni hablar: las familias son quienes más pueden explicar sus problemas cotidianos en transporte, en seguridad y en el pleno disfrute de su municipio.

Existe progreso económico gracias al puerto, sí, pero no desarrollo económico. El progreso es el simple marchar hacia adelante, mientras que el desarrollo es el crecimiento armónico con la justicia social y el bienestar.

Además, el puerto no es de los manzanillenses, como no lo es de los colimenses, sino del gobierno federal, que reparte escasos centavitos (cuando lo hace) por cada peso que se lleva.

Es importante reconocer que por muchos años los gobiernos de Colima se mostraron orgullosos del progreso portuario sin reconocer que poco o nada tuvieron que ver con ese progreso. Lo que sí debieron hacer es cuidar que ese progreso brindara elementos de equilibrio al municipio de Manzanillo y a la entidad en general. El yerro es histórico, pero se mantiene hasta la fecha.

Mientras tanto, el viejo reclamo sigue: para Manzanillo y Colima son los problemas, no los beneficios.

Así las cosas, da más miedo que orgullo la perspectiva de que en un futuro cercano el puerto local se convierta en el más importante de América Latina. Podemos prever más caos vial, más accidentes carreteros, más horas para llegar o para salir, más inseguridad, más deterioro del Manzanillo-turístico y más ruina del Manzanillo-hogar, a menos que se logren inversiones que atiendan el bienestar de las familias de la entidad; es decir, el desarrollo, no el simple progreso.

Nostradamus estaría de acuerdo.

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.