Para despedir el año, con mi mejor deseo para el 2026.
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
Aunque no se crea, desde finales del siglo XVI la mayoría de encomenderos en la Villa de Colima compraban esclavos negros africanos para sus laboríos, especialmente la pisca de algodón, cultivo de caña y trapiches, ganadería y la explotación salinera, tareas en las que los indios nativos, comparados con aquellos, no rendían.
Esto, según datos obtenidos del Archivo Histórico del Municipio de Colima (AHMC), por testamento, inventarios y avalúos expuestos ante el fallecimiento del capitán Pedro de Victoria, por entonces, 1708, Alférez real en la entonces Villa de Colima, aunque el principal negrero o comerciante de esclavos negros fue el capitán Bartolomé de Cossío.
Entre los ibéricos más notables que vinieron a esta región de Colima en 1523 acompañando, o posteriores al arribo del capitán Gonzalo de Sandoval, figuraba Pedro de Vitoria, de quien a principios del siglo XVII sus descendientes ya eran hacendados prominentes y comerciantes productores de ganado vacuno y caballar. A principios del siglo XVIII, uno de los sucesores Vitoria, fue el capitán Alférez Real, Pedro de Victoria, hijo de Alonso de Vitoria y Magdalena de Salazar. Pedro, descendiente del primer conquistador, fue terrateniente heredero y propietario de vastos terrenos entre los que se localizaba el Trapiche o Tichuicitlán, la Estancia y Cuyutlán, con propiedad de más de 100 esclavos.
En su testamento de julio de 1700, se detalla: En la hacienda del Trapiche, nombrada San José, de la Villa de Colima, en 21 de octubre de 1700, con mi presencia y de los herederos, fue haciéndose el inventario de bienes en la forma siguiente: un sitio de ganado mayor arriba del Trapiche; esclavos de la propiedad del difunto: un mulato llamado Rafael de Solorzano, maestro de azúcar de 70 años de edad; un negro llamado Ramón, de 40 años; un mulato llamado Tomás, de 30 años; un mulato llamado Antón, de 16 años; una mulata llamada María Sánchez, que tiene 30 años con dos hijos suyos, el 1 llamado Felipe, de 4 años y José, de 6 meses; una mulata llamada soledad, de 18 años con dos hijos, Pedro de 4 años y Bartolomé de 1 año; una mulata tullida, enferma de una pierna, llamada Sebastiana, de 50 años.
Cada Hacienda en promedio tenía 100 esclavos; su precio, según avalúo de los albaceas testamentarios y el Escribano Real, Melchor de Castillo y Villaseñor: un mulato, maestro de azúcar, llamado Pascual, 520 pesos; un mulato llamado Juan de Dios de 50 años, 200 pesos; un negro esclavo llamado Juan de la Cruz, 150 pesos; una mulatilla (sic) llamada Ángela, de 34 años, 300 pesos; una mulatilla llamada Antonia, de 4 años, 150 pesos; un mulatillo llamado Bartolomé, enfermo con dolores, 100 pesos; una mulatilla llamada Brígida, de 2 años, 100 pesos; una mulatilla de un mes de nacida, llamada Luisa, 100 pesos.
Una cláusula del testamento de Pedro de Vitoria, declaró: por mis bienes, una Hacienda Trapiche llamada San José a distancia de 2 leguas de la Villa de Colima, en la cual está la casa de mi morada y una capilla en que se dice misa. Con ellas se inventariaron: casas, molinos, calderas, moldes, tachos, etc., de azúcar; otra Hacienda con esclavos llamada La Estancia vieja o El Pochote, y además la Hacienda de Ticuitlán con 3 estancias de ganado mayor, donde había 2 mil vacas, poco o menos y 10 manadas de yeguas con sus burros y garañones. En 1708 se llevó subasta de esclavos, con la finalidad de que se conozcan los trámites judiciales en testamentos, inventarios, avalúos y almonedas, durante el virreinato.
Por último, apuntar que, según se consigna en testamentos y documentos de otra índole, hay evidencias de órdenes de libertad de esclavos bajo diversos motivos, desde la simple gratitud hasta por las relaciones -clandestinas, que derivaron en hijos-, principalmente entre patrones con sus esclavas negras o mulatas, a cuyos hijos -en secreto y no-, les concedían apellido, según consta en registros religiosos de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Y sí, los actuales mexicanos nacidos en esta región somos herederos históricos de esa mezcla dada entre castellanos, africanos, asiáticos e indígenas.

















