Dislates
Por: Salvador SILVA PADILLA
Con las minificciones de Ana María Shua, ocurre que no solo juega con el lector sino que el propio narrador forma parte del juego: lo mismo es el relator omnisciente que nos conduce a capricho por donde él (ella) quiere: ya sea laberintos o sueños poblados de fantasmas, arañas, camaleones y demás monstruos que se esconden detrás de los cuentos infantiles. O bien, se transforma en un simple e ingenuo cronista que nos cuenta con azoro el sorpresivo final. O -aún peor- es el protagonista quien con desconcierto, -cuando no con terror- nos confiesa el desenlace del cual él (ella) fue la primer víctima. Y nosotros, inermes lectores, los siguientes.
I
CARICIA PERFECTA
No hay caricia más perfecta que el leve roce de una mano de ocho dedos, afirman aquellos que en lugar de elegir a una mujer, optan por entrar solos y desnudos al Cuarto de las Arañas.
Nos enseña cómo escalar por el escabroso campo de las finanzas utilizando unas simples ardillas….
LA ARDILLA VEROSÍMIL
Un hombre es amigo de una ardilla que vive en el jardín de un conocido financista. Trepando de un salto al alféizar de la ventana, la ardilla escucha conversaciones claves acerca de las oscilaciones de la Bolsa de Valores. Usted no se sorprenderá en absoluto si le cuento que el amigo de la ardilla se enriquece rápidamente con sus inversiones.
Pero yo sí estoy sorprendida. No dejo de preguntarme por qué usted está tan dispuesto a creer, sin un instante de duda, que una ardilla pueda entender conversaciones claves acerca de las oscilaciones de la Bolsa.
… para luego darnos unas palmaditas de conmiseración en la espalda por ser tan crédulos
II
O estas otras minificciones -de permanente actualidad- que muestran la disyuntiva imposible de resolver entre mantenerse fiel a sí mismo, o dominar el terrible arte de los camaleones. Ambas, llevadas hasta sus últimas consecuencias.
EL ARTE DE LAS TRANSFORMACIONES
Creí dominar el arte de las transformaciones, pero no era más que un aprendiz de brujo. Un pequeño error, un gesto equivocado en el momento del conjuro y heme aquí cuesta abajo en la rodada, hoy pato, mañana cucharita, montaña, arveja, premolar o polvo edulcorante. Y ahora, precisamente ahora, cuando por fin he logrado controlar tanta locura, reducirla a la ínfima sutileza de un cambio de opinión, ahora es cuando se quejan, absurdos, mis votantes.
FIEL A SÍ MISMA
Pero mírate un poco, qué increíble, si no cambiaste nada, me dice, halagador, un viejo conocido: igualita que hace tantos años. Yo berreo con placer de vanidad y, en brazos de mi fatigada nodriza, sigo mamando. (Casa de Geishas)
III
En fin ya no distraigo más a los lectores y los dejo con la orfebrería literaria de Ana María Shua,
PECADO DE SOLTERÍA
…cuando llegue el fin del mundo, los lacandones se reunirán en Yaxchilán. Los dioses decapitarán a todos los solteros, los colgarán por los talones y juntarán su sangre en cuencos para pintar su casa. Con tales amenazas, que varían de una cultura a la otra, es necesario atemorizar a los hombres para que acepten y soporten el matrimonio. (Temporada de fantasmas)
TABÚ CULTURAL
A causa de algún tabú cultural que aún no comprendemos, los nativos no quieren aceptar la colaboración de nuestros científicos para averiguar por qué se malogra, una y otra vez, la cosecha de humanos en esos campos sembrados que llaman cementerios. ¡Cuando sería tan sencillo lograr que fructifique! (Botánica del caos)
TEÓLOGA
En el siglo Vll después de Cristo, un grupo de teólogos bávaros discute sobre el sexo de los ángeles. Obviamente, no se admite que las mujeres (por entonces ni siquiera era seguro que tuvieran alma) sean capaces de discutir materias teologales. Sin embargo uno de ellos es una mujer hábilmente disfrazada. Afirma con mucha energía que los ángeles sólo pueden pertenecer al sexo masculino. Sabe, pero no lo dice, que entre ellos habrá mujeres disfrazadas. (Casa de Geishas)
CURACIÓN
– ¿Le duele acá?
– Sí, me duele mucho.
– ¿Y acá?
– Me duele más.
– ¿Y apretando así?
– ¡Intolerable!
– ¿Y si hago esto?
La respuesta es un grito. El silencio que sigue hace suponer que ya no le duele más.

















