Ciencia y Salud
Por: Miguel Angel OLIVAS AGUIRRE
Recientemente el Premio Nobel de Medicina y Fisiología 2025 fue otorgado a Mary Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi, por descubrir los mecanismos moleculares que permiten al sistema inmune mantener el equilibrio entre la defensa y la autodestrucción.
Este trabajo reveló los fundamentos de lo que conocemos como “tolerancia periférica”, un principio de protección muy elegante y esencial para la vida.
Desde una perspectiva de género, este reconocimiento también simboliza un paso significativo hacia la visibilización de las mujeres en la ciencia. Mary Brunkow representa la excelencia y la perseverancia en un campo históricamente dominado por hombres, recordándonos que el talento no tiene género cuando se trata de generar conocimiento riguroso. A la vez, el galardón resalta la importancia de la colaboración interdisciplinaria, en la que la ciencia básica se impuso y abrió paso a la medicina traslacional para responder preguntas que ninguna disciplina podría resolver por sí sola.
Para comprender el trabajo al que se le otorgo el premio, imaginemos al sistema inmune como un ejército organizado en distintos pelotones. Su misión es protegernos de invasores como virus, bacterias o células anómalas, pero sin atacar al propio territorio: nuestro cuerpo. Surge entonces una pregunta muy importante: ¿cómo logra este ejército tan poderoso mantenerse leal a su nosotros y no rebelarse contra nuestro cuerpo?
Durante décadas se sabía que en el timo, los linfocitos T, unas células del sistema inmune, reciben una especie de entrenamiento para aprender a distinguir lo propio de lo ajeno. Este proceso se conoce como “tolerancia central”. Sin embargo, algunos linfocitos “rebeldes” logran superar esa etapa de selección y pueden salir a la sangre y distribuirse por el organismo para volverse contra nosotros, desencadenando enfermedades autoinmunes como diabetes tipo 1, esclerosis múltiple o artritis reumatoide.
Surge la pregunta entonces, ¿Quién controla a estos rebeldes? Y fue Shimon Sakaguchi quien descubrió, en los años noventa, una subpoblación especial de linfocitos T con la misión de mantener el orden dentro del ejército inmunológico. Estas células, llamadas T reguladoras (Treg), actúan como un freno natural: suprimen las respuestas excesivas y previenen los ataques autoinmunes.
Años después, Mary Brunkow y Fred Ramsdell encontraron la clave genética que explica cómo estas células adquieren su función reguladora. En 2001 identificaron el gen Foxp3, un factor maestro que “enciende” el programa que convierte a un linfocito común en un linfocito regulador. Ellos vieron que ratones con mutaciones en este gen desarrollaban enfermedades autoinmunes graves, lo que demostró su papel esencial. Posteriormente, se confirmó que en humanos, las alteraciones en Foxp3 también conducen a desórdenes autoinmunes severos.
Estos descubrimientos consolidaron el concepto de “tolerancia periférica”, un sofisticado sistema de autocontrol mediante el cual el cuerpo distingue entre lo que debe atacar y lo que debe proteger.
El momento del Nobel no podría ser más oportuno ya que en la última década ha florecido una nueva era terapéutica: la inmunomodulación o inmunoterapia, que busca entrenar o modificar las células del sistema inmune para tratar enfermedades de manera más específica y con menos efectos secundarios. Actualmente, existen más de 200 ensayos clínicos en curso en todo el mundo que exploran terapias celulares para enfermedades autoinmunes como lupus, diabetes o artritis, e incluso para ciertos tipos de cáncer en los que las células T reguladoras también desempeñan un papel clave.
Pero más allá del reconocimiento individual, este premio nos deja una lección que aplica para la inmunología, pero también para la vida: La naturaleza, el cuerpo —o Dios, según nos convenga reconocer— diseñó un sistema en el que la fuerza sin control no garantiza la vida. Tan importante como la capacidad de atacar es la capacidad de contenerse. En biología, como en la vida, la verdadera sabiduría está en el equilibrio entre la defensa y la tolerancia. Y con esta reflexión me despido…





















