La insoportable levedad de poseer

Dislates
Por: Salvador SILVA PADILLA

Por obra y gracia de los algoritmos, en días pasados me salió esta frase cuyo autor es el filósofo  Zigmunt Bauman: “Hay muchas formas de ser feliz, pero en la sociedad actual, todas pasan por una tienda”;  y como una idea lleva a otra, al final, gracias a la participación de Tardanza que me tendió un lazo, pude pergeñar y terminar el siguiente artículo.

 George Perec, en Las cosas, una historia de los años sesenta, como todo gran escritor, nos narra, cuando apenas comenzaba,  el estallido de la sociedad de consumo y el adictivo poder de seducción que trajo consigo. Inicia la obra  dando un descripción minuciosa de los objetos de un pequeño departamento en el que viven  Jeròme y Sylvie en París: “vivían en un apartamento minúsculo y agradable, de techo bajo, que daba a un jardín. Y acordándose de su habitación alquilada —un corredor sombrío y estrecho, recalentado, impregnado de olores—, vivieron en él al principio en una especie de embriaguez, renovada cada mañana por el piar de los pájaros.

Así en un principio  a la joven pareja  “la vida se abría con sus promesas: todo era nuevo. Su sensibilidad, sus gustos, su puesto, todo les llevaba hacia cosas que siempre habían ignorado. Prestaban atención a la forma en que vestían los otros; en los escaparates se fijaban en los muebles, en los objetos de adorno, en las corbatas; soñaban ante los anuncios de los agentes inmobiliarios. Les parecía comprender cosas de las que jamás se habían ocupado; se les había hecho importante el que un barrio, una calle, fuera triste o alegre, silenciosa o ruidosa, desierta o animada. Nada les había preparado jamás para estas nuevas preocupaciones; las descubrían con candor, con entusiasmo, se maravillaban de su prolongada ignorancia. No se asombraban o casi no se asombraban, de pensar en ello sin cesar».

 Esta pareja sacia su necesidad de ser (y de ser felices) a través de la eterna aspiración de adquirir objetos.

Sesenta años después, es Vincenzo Latronico con la novela Las perfecciones (2023) quien  de alguna manera actualiza la narración de Perec. Latronico nos cuenta  la historia de Anna y Tom, otra joven pareja. Ellos viven en pleno siglo XXI, ya no en París sino  en Berlín. Y   también aspiran a llenar su vacío existencial con el deseo de poseer.

Pero se aburren como ostras:  «Discutirán con sus amigos berlineseses de lo difícil que resulta vivir en la ciudad de la abundancia….Se descubrirán  cada vez menos interesados en el trabajo. Pasarán los días cambiando mínimamente los tonos cromáticos de una interfaz adaptativa  según las  particularidades de los diferentes displays…. ¿Qué habian visto de interesante antes de todo eso?  Se sorprenderán preguntándose en qué momento una inteligencia artificial será capaz de desempeñar  gran parte de sus tareas. Se sorprenderán preguntándose si será una pena ¿Cómo pudieron decidir pasar los días inclinados sobre una pantalla en su salón de la casa?

Incluso, de manera inconcebible,  recordarán  «con ternura los meses infelices que pasaron en Sicilia, el romanticismo de las noches bajo dos capas de mantas en Lisboa, … les tentará la posibilidad de ir a buscar en algún otro lugar lo que años anteriores encontraron en Berlín, y que tan inútilmente estuvieron persiguiendo aquel invierno». Pero será  imposible. porque están tras un sueño. Así, tanto Jeróme y Sylvie, como Anna y Tom estarán perdidos en una cadena interminable de aspiraciones, deseos y desilusión. Donde el apetito de poseer es tremendamente adictivo produciendo satisfacciones cada vez más efímeras.

Por su parte, desde el psicoanálisis Erich Fromm en el libro ¿Tener o Ser ? (publicado en 1976, esto es prácticamente 50 años)   lo define de manera magistral: «consumir es una forma de tener y quizá la más importante en las actuales sociedades industriales ricas.  Consumir tiene cualidades ambiguas: alivia la angustia, porque lo que tiene el individuo no se lo pueden quitar; pero también requiere consumir más, porque el consumo previo  pronto pierde su carácter satisfactorio. Los consumidores modernos pueden identificarse con la fórmula siguiente: yo soy lo que tengo y lo que consumo».

Y todo este vacío existencial,  Borges lo sintetiza -siguiendo a Cansinos Assens- de la siguiente y genial forma: «Es tan triste el amor a las cosas, porque las cosas no saben que uno existe”.