Saqueos, lluvias, reclamos…

El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*

¿Algún día se verá a las responsabilidades políticas como un deber y no como una invitación al saqueo?

Quizás, pero no será pronto. La corrupción está muy dentro de la perspectiva política e institucional. Algunos dirán, incluso, que está muy dentro del propio ser nacional, pero me niego a creer eso. Vivir en una sociedad marcada por la corrupción (como cultura) es algo demasiado amargo para cualquiera. Simplemente no puedo aceptarlo.

El problema es que la corrupción parece multiplicarse en lugar de contenerse, como si las palabras y las promesas de alejarnos de ella fueran más bien un aliciente para multiplicarla.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador se construyó alrededor de la retórica anticorrupción y los resultados fueron deplorables. No creo que sea necesario enlistar todos los casos, desde Segalmex hasta el reciente contrabando de hidrocarburos o “huachicol fiscal”, para darnos cuenta que su administración estuvo y seguirá marcada por el saqueo de los recursos públicos.

Es algo triste y es también una desilusión, un duro despertar a la realidad.

Lo peor es que las muestras de corrupción no se agotan en el entorno gubernamental o amistoso y llegan, de golpe, hasta la familia del expresidente, como se hace evidente con los escándalos asociados a sus hijos y, recientemente, con uno de sus hermanos, saturado de ranchos.

Es como si algunos —muchos, de hecho— hubieran llegado al poder para robar y nada más para robar. Eso no es nuevo, cierto: es algo que se reconoce en cada etapa gubernamental del país, pero en este momento se muestran evidencias un poco más abrumadoras y sensibles.

Sospecho, sin embargo, que no pasará nada, que las evidencias quedarán enterradas en lo anecdótico y que los verdaderos culpables de los grandes quebrantos quedarán impunes.

Los años pasarán y llegarán nuevos gobiernos, con nuevos escándalos y los mexicanos seguiremos pensando que las cosas de este tipo son inevitables.

Allí está Veracruz y sus desgracias, que apenas merecen declaraciones bobas de la gobernadora Rocío Nahle, que también está señalada por la corrupción en su paso por Pemex. Podríamos añadir que la incapacidad para gobernar es otra forma de la corrupción y la citada señora está dando muchas muestras al respecto.

Las entidades se quedaron sin un fondo dedicado al apoyo financiero frente a los desastres naturales. Se dijo que ese fondo era pura corrupción, pero el fondo se fue y la corrupción sigue.

Pero no digamos más, no sea que frente a los reclamos el dedo presidencial nos condene al silencio.

Quizás algún día, saturados con tantas evidencias relacionadas con la corrupción y la incapacidad, levantaremos los hombros, nos repetiremos algunas palabras de consuelo y seguiremos nuestro camino pensando que los desastres (los humanos y los naturales) están grabados en nuestros genes.

Para entonces solo quedará la ironía como una forma de la resistencia.

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.