APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI
Hoy conversaba con Milena, desde Colima hasta Montevideo, sobre algo que pensamos y hablamos desde hace mucho: la guerra de sexos, de géneros, de todo lo que se pueda inventar, alimentada por el sistema. Y es igual acá en el norte del continente como allá en el sur.
Nos están dividiendo con método. Hombres contra mujeres, izquierda contra derecha, región contra región, pobres contra ricos. Mientras tanto, los de arriba observan tranquilos cómo nos desgastamos peleando por las migajas que ellos mismos reparten y por las ideas que nos imponen.
Lo que de verdad golpea no son esas discusiones prefabricadas, sino la vida diaria: la dificultad para rentar una vivienda, la inflación que devora los salarios, el hecho de que tener hijos dejó de ser un sueño y se convirtió en un lujo.
Miles de personas trabajan día y noche y, aun así, no llegan a fin de mes, mientras los políticos continúan recitando discursos huecos desde su burbuja de privilegios y riqueza.
La realidad que no desaparece es otra: inseguridad y violencia, precariedad, desigualdad. Falta de futuro. Y lo más grave es que, mientras seguimos divididos, dejamos de exigirle cuentas a quienes deberían darlas, los dueños del sistema. Nos desgastamos gritándonos unos a otros, en vez de mirar hacia donde están ellos.
No estoy en contra del avance social. Estoy en contra de que nos dividan para que nunca reclamemos lo que nos corresponde.
Hoy mi amiga me recordaba una escena del 2001. Me dijo: “Tenía una profesora un poco hippie, de dibujo —o de inglés, no me acuerdo bien—. Un día nos llevó a su casa, en la Ciudad Vieja de Montevideo, cerca del Mercado del Puerto. Una casa hermosa, donde decían que se había empezado a escribir La Cumparsita. Su pareja era luthier, nos cocinaron y charlamos largo. Y ahí él dijo algo que me quedó grabado para siempre: ‘El sistema siempre nos hace pelear entre nosotros para distraernos. Antes eran los equipos de fútbol, los partidos políticos… cualquier excusa para enfrentarnos’. Eso lo escuché en 2001, cuando todavía no existía esta guerra feroz de sexos y de géneros”.
Con los años entendimos que aquel hombre tenía razón. Hoy todo es enfrentamiento. Todo son trincheras. Nos roban el futuro a plena luz del día, mientras nos enganchamos en peleas absurdas. Es la fórmula perfecta para que nada cambie.
Hace meses, pensaba en esto y escribí una canción de rock sobre el tema y una de las estrofas dice:
«En las calles se alza un grito contra el gobierno opresor
Contra los políticos poderosos que prometen un futuro de ficción
En las altas torres se gesta la corrupción
Mientras tu sufres la marginación
Las leyes son cadenas que nos ahogan sin esperanza»
Por eso insisto: no es la diversidad lo que nos divide, es la manipulación de quienes mueven los hilos. Y si seguimos mordiendo el anzuelo, nunca levantaremos la mirada hacia arriba, que es donde realmente están los que se benefician de nuestra división.