UNA POCA DE GRACIA
Por: Carlos Alberto PÉREZ AGUILAR
Esta semana ha sido de muchas noticias buenas para algunos… y no tanto para otros, una vez que se dieron a conocer las listas de ingreso a educación media superior y nivel superior en la Universidad de Colima.
El tema es relevante porque esta institución es el principal generador de profesionistas en nuestro estado y, por obvias razones, al ser una escuela pública con el prestigio y nivel que tiene, concentra el interés de quienes buscan un grado académico.
Pasé por la universidad y, así como vi sonrisas, también noté miradas de preocupación. Recordé aquella ocasión en la que elegí la carrera que quería… temiendo caer hasta mi tercera opción. Dejé de lado el sueño de mi padre de que uno de sus hijos fuera sacerdote, y el de mi madre, que anhelaba verme egresar con un uniforme naval o, al menos, algo relacionado con el negocio familiar.
Hoy recapitulo esos momentos. Comprendo las frustraciones o desilusiones que quizá les dejé a mis padres, quienes tal vez esperaban otra cosa para mí.
Sin embargo, a temprana edad supe que no sería futbolista profesional; que sería cantante por hobbie; que los instrumentos musicales que me regalaron serían buena decoración; y que la mejor herencia recibida de ellos es el ejemplo de trabajo duro, con todos los triunfos y fracasos que deja el comercio local.
Sin dar tantas vueltas a la nostalgia, les digo a los estudiantes que hoy ingresan a preparatoria o a una carrera: tómense las cosas en serio, pero con calma. Sean honestos con lo que sueñan y desean; no mientan a sus padres ni traten de engañarlos. Si se hacen la pinta, si no estudian, si cumplen o no con las tareas, o si, de plano, no están inscritos en una escuela y se clavaron la lana de la inscripción, no se engañen… en realidad, se están engañando a ustedes mismos.
Quienes en sus semestres anteriores no pusieron empeño para obtener mejores calificaciones, poco podrán hacer para remendar el camino ahora. No sirve de nada llorar: hay que afrontar las consecuencias.
También les digo que el mundo no se acaba si dejan de ver a sus amigos entrañables de la “secu” o, en el caso del nivel superior, si no quedaron en Medicina, Arquitectura, Derecho, Enfermería o Contabilidad, que son carreras de alta demanda. Tal vez les toque estudiar su segunda o tercera opción.
La combinación del promedio académico y el resultado del examen CENEVAL me parece justa para clasificar los lugares en un salón de clases… pero no para definir el destino de una vida.
He conocido casos reales: amigas y amigos que se empeñaron en ser médicos y hoy son grandes abogados; quienes salieron con 10 de una ingeniería y ahora son exitosos transportistas; o personas que, con orgullo, tienen su título en Medicina pero decidieron emprender en los tacos porque su prioridad era viajar y no pasar los días en un hospital.
Increíblemente, hoy en día, ante la prolongación de la vida estudiantil, muchos padres han llegado a pensar que un título es garantía para sus hijos. Sin embargo, no todos los jóvenes están valorando el esfuerzo familiar ni el de las instituciones que les brindan esa oportunidad.
Estudiar es necesario e indispensable como forma de vida: es crecer como persona, ser más capaz de resolver problemas con criterios éticos y científicos. También es un reto de superación y reciprocidad. No debe ser solo una obligación, ni mucho menos un juego para pasar el tiempo. Lo sé: difícilmente lo comprenderán hasta que lo vivan en el mundo real de las competencias.
Si hoy no lograste un lugar en el bachillerato o en la carrera que elegiste, valora —¿por qué no?— que esta puede ser la oportunidad de reorientar tu camino o, al menos, de esperar para el próximo ciclo escolar. Lo que sí te puedo decir es que, al final, aunque no seamos los más inteligentes ni los más brillantes, o no tengamos el título de la carrera más demandada… como dice el dicho: el que es perico, donde quiera es verde, sea o no, de la UdeC.