“Cuando nos pinchamos con una aguja sentimos un pequeño piquete; sin embargo, hay personas que pierden la sensación que provoca este estímulo debido a que no lo registra el cerebro, no sabe cómo procesarlo o no lo modula de manera adecuada; a esta condición neurológica se le llama Trastorno del Procesamiento Sensorial” (TPS), explicó la profesora e investigadora de la Universidad de Colima, Norma Angélica Moy López.
Si bien este ejemplo nos lleva al sentido del tacto, el trastorno puede estar asociado a algún otro sentido, como la vista, audición, el olfato y gusto, modificando la respuesta a los estímulos. Esto puede afectar las partes motoras, la articulación y comprensión del lenguaje, e incluso causar híper o hiposensibilidad.
Aunque este trastorno se presenta de manera frecuente, son pocos los especialistas del área de la salud que pueden diagnosticarlo en etapas tempranas; por ello, el proyecto de investigación “Efectos del ejercicio físico sobre la memoria espacial, flexibilidad cognitiva y la expresión de BDNF, IGF-1y VEGF hipocampales en ratones adultos CD-1 con privación sensorial permanente”, busca identificar cómo actividades cotidianas como el ejercicio pueden ayudar a compensar la pérdida de sentidos producida por este trastorno, y qué mecanismos neurales podrían estar involucrados en dicho proceso.
Este trabajo de investigación forma parte del trabajo colaborativo del Cuerpo Académico Ucol-05-Neurociencias y Conducta, que encabezan la investigadora y los investigadores Norma Moy, Óscar González y Jorge Guzmán, de la Facultad de Psicología de la UdeC, y que se centra en el hipocampo, “una estructura del cerebro que se encarga de adquirir la información (aprendizaje) y retenerla (memoria), especialmente la relacionada con la información espacial”, explicó la investigadora en entrevista.
En este sentido, el académico Óscar González expuso que cada vez que una persona adquiere un conocimiento se crean nuevas redes neuronales, pero cuando se le priva de cierto estímulo sensorial, éstas dejan de funcionar. De hecho, explicó que cuando les retiran los pelos vibrisales (bigotes) a los roedores, la cantidad de neuronas no sólo disminuye, sino que dejan de nacer.
“Los pelos vibrisales equivalen más o menos a la yema de los dedos en humanos; entonces, cuando quitamos este nervio periférico se deja de mandar una señal al cerebro y automáticamente queda desconectado el sistema táctil; al poner a los roedores a desarrollar tareas de aprendizaje, ya sin estos pelos, éstas se vieron afectadas”, precisó.
Así pues, el modelo de investigación del que parten consiste en privar a los ratones de sus bigotes y ponerlos a hacer ejercicio en una banda para que corran durante 60 segundos diarios durante dos semanas, y después introducirlos al laberinto acuático de Morris. El laberinto, agregó Jorge Guzmán, “es una tina que se divide a través de un software en cuatro cuadrantes, en la cual ponemos una plataforma de escape que está sumergida a un centímetro del nivel del agua y no es visible para el ratón a simple vista, por lo que tiene que nadar hasta encontrarla”.
A los ratones, comentó el investigador, “se les dará entrenamiento durante cinco días para que puedan encontrar esta plataforma; en caso de no hacerlo, se les orientará; la idea es que el roedor disminuya el tiempo en que la encuentra. Al primer día quizá no lo logra, pero si disminuye el tiempo en que lo hace, significaría que está aprendiendo”.
Después de este entrenamiento realizarán dos pruebas: la primera es de retención, que sirve para medir su capacidad de memoria. Para esto quitarán la plataforma de escape y el roedor tendrá que nadar para encontrarla: “Si recuerda dónde estaba, nadaría más tiempo en dicha área y nos daríamos cuenta de que retiene información”, preció.
En la segunda prueba medirán su flexibilidad para reaprender: “En este mismo laberinto cambiaremos de lugar la plataforma de escape y mediremos si tiene la capacidad de reaprender”, agregó Jorge Guzmán. Dijo que habrá un monitoreo del área cerebral correspondiente para detectar los cambios conductuales en el nivel neurológico.
Cabe destacar que este proyecto es financiado por el Programa de Fortalecimiento de la Investigación 2022 de la Universidad de Colima. En él participan el Cuerpo Académico “Neurociencias y Conducta”, estudiantes de licenciatura y posgrado del plantel, profesores de Medicina y una profesora del Bachillerato 4.
“La idea es que este conocimiento llegue a estudiantes de bachillerato y que se incorporen a la investigación científica, ya que han hecho su servicio social en el plantel y luego se quedan a realizar investigación”, dijo Norma Moy López para finalizar.