Mucho gusto
Por: Alberto LLANES
Así como rezan las consignas callejeras de la actualidad, para el 2 de octubre del año de 1968 no debería haber ni perdón y tampoco olvido. Sin embargo, lejos está quedando año con año el movimiento del 68 y, si me generación y generaciones atrás lo sabemos, hoy parece que nadie, en las escuelas, los estudiantes, lo sabe.
Poca gente toca el tema y en las manifestaciones que se hacen en las diferentes plazas de las ciudades de este bendito país, la concurrencia es cada vez menor. Si les preguntara a mis estudiantes qué sucedió en el año de 1968, pocos, muy pocos me dirán algo al respecto. O no lo sabrían o no lo tendrían claro. Así como un recuerdo que, poco a poco nos va abandonado.
Han pasado 57 años de la cruel matanza de estudiantes. Sí, el suceso se hizo niño, luego adolescente, ahora es un adulto y se hará viejo. Muchas personas dirán que ya es viejo, que con 57 años está llegando casi casi a la tercera edad y se está olvidando, está quedando lejos, lejano, allá, justamente en el año de 1968. Y puede que tengan un poco de razón. Aunque yo veo, ahora, que tener 57 años no es precisamente estar viejo, en fin.
Gustavo Díaz Ordaz era el presidente de México en aquellos ayeres. El priismo, el más corrupto, el más nefasto, el más deshonesto era el que mandaba en aquellos días oscuros, donde eras perseguido por ser de “izquierda”, por tener afiches del “Che” comandante Ernesto Guevara, por leer ciertos libros que, para el gobierno, eran prohibidos… porque a cualquier gobierno le da miedo que la gente piense y los libros es lo que hacen, ponernos a pensar, nos hacen preguntarnos cosas, confrontar algunas otras y, en aquellos ayeres, había libros prohibidos; los que estaban o decían cosas en contra del gobierno. A ningún gobierno le gusta que se le cuestione y ningún gobierno, por más que “promueva la lectura” en el fondo no, no quiere, pero lo tiene que hacer… para simular que hacen cuando en realidad no hacen nada.
De pronto se despliegan miles de militares por todo Tlatelolco, en la gran plaza, en los edificios, techos etcétera, ahí donde los estudiantes iban a realizar un mitin, sí, con pliegos petitorios sobre ciertos… muchos abusos cometidos contra ellos de parte del gobierno; ataviados con armas largas, con un guante blanco y sin uniforme, los militares se confundieron con el resto de estudiantes de los diversos institutos, universidades y centros escolares a saber: UNAM, IPN, CCH, el Colegio de México, Universidad Autónoma de Chapingo, entre otros así como de diversos estados de la República Mexicana, se congregaron en la plaza de las tres culturas…
…los uniformados (sin uniforme) comandados por Díaz Ordaz, dispararon, al finalizar el evento, en contra de los civiles, en su mayoría jóvenes, estudiantes, rebeldes, rockeros, con los cabellos largos y lectores de Nietzsche, Tolstoi y demás textos políticos y sociales relacionados con el tema de la libertad y justicia. Aquello fue una corredera de gente, una matazón de personas, uso excesivo de la autoridad, se utilizaron tanques de guerra, francotiradores etcétera y, dijera Augusto Monterroso, lo demás es silencio… incluso la prensa, al día siguiente hizo mutis, no se dijo nada, se limpió la zona, se levantaron los cuerpos y nadie dijo, nadie hizo, nadie comentó nada, como si en el lugar de los terribles hechos la noche hubiera pasado tranquila como cualquier otra noche y no hubiera sido aquello, literal, un campo de batalla.
Claro, se avecinaba un evento masivo, las olimpiadas de 1968, que comenzarían el 12 de octubre, diez días después de la masacre estudiantil. Los únicos que se atrevieron a levantar la voz, ante tal acontecimiento, fueron la prensa que venía de fuera (que, algunos, ya estaban instalados en nuestro país para el arranque del evento olímpico), porque la mexicana, hizo silencio total.
Los guantes blancos fueron el elemento que los militares utilizaron para identificarse entre ellos y no matarse unos a otros como sí lo hicieron con los miles de estudiantes que, obviamente, no portaban su guante y que estaban en el mitin esa tarde. El conflicto venía de tiempo atrás y detonó, justamente, ese 2 de octubre de 1968, justo cuando los estudiantes se manifestaron, terminaron, se estaban despidiendo y comenzó la refriega.
Miles de testimonios se escribieron sobre el hecho, pero, tiempo después; por ejemplo, Elena Poniatowska en 1971, bajo el sello editorial Era publicó por vez primera el libro: La noche de Tlatelolco, un testimonio de historial oral, donde rescata voces de quienes vivieron de cerca esa terrible noche y lograron vivir para contarla. Por su parte, Jorge Fons, en 1989 (aunque se estrenó hasta 1990) filmó la película Rojo amanecer, donde retrata la vida de una familia, con dos hijos universitarios y otros dos de educación básica, que habitan uno de los departamentos de Tlatelolco y que fueron víctimas del abuso del poder que esa noche vivieron los estudiantes, sus familias, amigos, vecinos y quienes estuvieran alrededor. Sólo por mencionar dos documentos, existen muchos más…
Así pues, el 2 de octubre, ni perdón ni olvido…